SEGRE

LA SEU D’URGELL

La nueva hornada del folk

La Escola Folk del Pirineu impulsa el proyecto Dansa't en escuelas del Alt Urgell y los Pallars con 273 alumnos inscritos

Niños y niñas aprenden danzas tradicionales y la cultura popular de su entorno para preservarlas en el marco de una iniciativa que cumple cinco años

L’escola Mossèn Albert Vives, de la Seu d’Urgell, és una de les que han participat en el projecte ‘Dansa’t’.

La escuela Mossèn Albert Vives, de La Seu d’Urgell, es una de las que ha participado en el proyecto Dansa’t. - C.SANS

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Acercar la cultura popular del Pirineo a través de la danza tradicional a los niños y niñas, para que valoren y respeten el patrimonio cultural local. Este es el principal objetivo del proyecto Dansa’t, un iniciativa de la Escola Folk del Pirineu que este año ha llegado a su quinta edición. Crece año tras año en número de alumnos y en este curso han participado 273, en una serie de sesiones que acabaron justo antes de Semana Santa.

Ivan Caro, dinamizador de Dansa’t, explica que la danza es también una herramienta para crear vínculos entre los alumnos de los diferentes centros del territorio del Alt Urgell y del Pallars, que cada año celebran un encuentro en el marco del programa. En este curso han participado once escuelas de Primaria, de poblaciones como La Seu d’Urgell, Castellciutat, Montferrer, Oliana, Tuixent, el Pla de Sant Tirs y Coll de Nargó, todas ellas del Alt Urgell. También una de La Pobla de Segur, en el Pallars Jussà, y otra de Sort, en el Pallars Sobirà.Para Caro, uno de los alicientes de Dansa’t es “danzar como medio para conocer cómo es, qué hay y cómo se vive” en las comarcas del Pirineo. Los alumnos no solo aprenden a bailar danzas como la bolangera, el indiot de La Seu, el saut bearnés o una danza aragonesa. “Lo hacen mientras les explico la orografía del territorio, como las serraladas más importantes, y las lenguas que hablan en cada lugar”, explica. Las sesiones también sirven para divulgar la música popular que sonaba en las diferentes zonas de montaña hace un siglo, así como los instrumentos que se usaban para interpretarla. “Bailando descubrimos nuestro entorno”, apunta, “pero también nos conocemos a nosotros mismos, a nuestros compañeros y profesores generando así un clima positivo, en la escuela y fuera de ella”, añade.

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