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Al final sí que hubo reunión entre Mariano Rajoy y Carles Puigdemont. Fue el 11 de enero en la Moncloa, en el transcurso de una comida que duró dos horas y que tuvo lugar cinco días después de que el presidente de Catalunya aclarase que no se volverá a presentar y un día antes de asegurar que se vería con el presidente español antes de febrero. El encuentro se filtró al día siguiente de rotundos desmentidos al más alto nivel, entre ellos el de la vicepresidenta Munté, que o lo desconocía o mintió. Fue convocada por el propio Rajoy para convencer a Puigdemont de que asistiera a la conferencia de presidentes autonómicos del 17 de enero, y en la misma el presidente catalán volvió a recibir la negativa a permitir la celebración del referéndum. Esta es la información de ahora, porque igual dentro de un mes trascienden otros contenidos. Pero al margen del revuelo causado, hay que convenir que es bueno que se vean y que hablen los dos máximos representantes de dos posturas enfrentadas, porque del diálogo pueden surgir soluciones aunque a estas alturas pueda parecer imposible. Y en este sentido, hay que recordar los varios encuentros que han mantenido la vicepresidenta Soraya de Santamaría y el vicepresidente Oriol Junqueras. Sería algo parecido a la tercera vía que puso sobre la mesa la semana pasada el expresidente Artur Mas, todo un especialista en esta materia ya que no en vano en 2006, estando en la oposición y con el tripartito gobernando, fue a Madrid y pactó con Zapatero el nuevo Estatut, que estaba bloqueado, aunque luego quedó irreconocible después del “cepillado” que le aplicó Alfonso Guerra.

Constatada por enésima vez la imposibilidad de que Madrid acceda a que los catalanes puedan decidir su futuro en un referéndum y a la espera de cómo se resuelve el previsible choque de trenes, la mencionada tercera vía o, como avanzan algunos, “la generosa oferta” que prepara el Gobierno central para Catalunya, no pueden ser despreciadas. En la lista que le entregó en su momento Puigdemont a Rajoy había 46 puntos, de los cuales 45, el otro es la consulta, son negociables y harían mal en no hablar de ellos y buscar soluciones. La financiación autonómica, los fondos para los dependientes, las becas y la red de cercanías, por citar algunos, para la mayoría de los catalanes también son muy importantes.

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