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EDITORIAL

Sant Jordi, la cultura como estandarte

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Como no podía ser de otra manera en un día soleado y festivo, Sant Jordi volvió ayer a llenar de libros y rosas las calles y plazas de Lleida. Las ventas no se resintieron de que la Diada cayera en domingo, incluso al contrario, dado que las librerías prolongaron la exposición de novedades y la literatura de toda la vida durante dos días. Los vendedores de rosas insisten en que el recuento final de ventas bajará respecto a años anteriores, pero por lo visto ayer en pueblos y ciudades de Lleida, el descenso será mínimo. En cuanto a la fiesta en sí, el patrón de Catalunya sigue siendo la festividad más transversal del país y la única que aúna todas las ideologías sin fisuras. Ahora, además, con la candidatura para que la Unesco declare la festividad Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, Sant Jordi traspasará fronteras y puede convertirse en pocos años en un referente mundial para la cultura y la confraternización de los pueblos. Por lo que hace referencia a los autores, los denominados de Km 0 o de proximidad, a los que hacíamos referencia ayer, triunfaron codo con codo con los grandes nombres consolidados, y los escritores de Ponent se cuelan cada vez más en las listas y rankings con lo más florido de la literatura catalana, española o universal. Pero el éxito en todos los sentidos de la jornada de ayer, no puede ocultar que vivimos en una sociedad en la que el 40 por ciento de catalanes de más de 30 años no ha leído ni un libro en el último año y que la cifra de lectores jóvenes viene adulterada por la obligatoriedad de los programas escolares. Un lector no se hace en un día y un país tampoco eleva sus índices de afición a la literatura por muchos Sant Jordi que se celebren. Incrementar el número de aficionados a la literatura debe fundamentarse en la educación y por eso es tan importante que los colegios cuiden con especial esmero las recomendaciones y obligaciones de las asignaturas. Incentivar la lectura requiere talento, conocimientos, paciencia y la colaboración de los padres. Porque del mismo modo que las familias se esmeran por llevar a sus hijos a parques de atracciones e instalaciones de ocio, si no les llevan nunca a una biblioteca o les compran libros es muy complicado crear hábitos culturales entre los más jóvenes. Los pueblos cultos y libres no nacen, se hacen, día a día y libro a libro.

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