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La central de Fruits de Ponent en una imagen tomada ayer, con las mamparas y cortinas entre los trabajadores.

La central de Fruits de Ponent en una imagen tomada ayer, con las mamparas y cortinas entre los trabajadores.MAITE MONNÉ

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Agricultores y centrales frutícolas se enfrentan a una campaña especialmente complicada por la lucha contra el coronavirus. Una vez superado en gran medida el miedo a no contar con la mano de obra suficientes, al poder venir personal tanto de otras zonas del Estado como de otros países, ahora los quebraderos de cabeza se centran en cómo organizar las labores para combinar la actividad agraria y económica con las medidas preventivas. Unas medidas que disparan los costes y merman la productividad, lo que significa un incremento de costes que debería compensar el mercado.

De momento, las labores se centran en el aclarado de los árboles, en especial en las zonas tempranas, y las centrales trabajan a medio gas en espera de que la producción local entre en el mercado dentro de unas semanas.

Un ejemplo de medidas lo podemos encontrar en Fruits de Ponent, donde los socios y la propia central han implementado todo un abanico de estrategias. En el campo, los temporeros que hoy trabajan en el aclarado lo hacen con mascarilla y guantes especiales, para cuya limpieza a lo largo de la jornada cuentan con un producto. Además, deben guardar la distancia social. Cuando lo normal serían dos e incluso tres temporeros por árbol, ahora solo hay uno. Además, se las fincas están cultivadas en sistemas intensivo o superintensivo, incluso hay más distancia y entre trabajadores hay al menos uno o dos árboles .

Así lo explica el director de Fruits de Ponent, Josep Presseguer, quien indica que están implementando el protocolo consensuado con la patronal del sector, Afrucat, y también hacen lo propio con las directrices que marcan los borradores de la Administración sobre la campaña. De hecho, en estos momentos aún no se ha cerrado el documento que está previsto que apruebe el Consell Executiu.

La central ha tenido que adaptarse a marchar forzadas con inversiones que, al menos, alcanzarán el medio millón de euros. Hablamos de mascarillas, guantes, gel hidroalcohólico, viseras para ciertos puestos de trabajo, mamparas y cortinas plásticas para que además de la distancia social no haya posibilidad de contacto entre líneas y bancos de trabajo, entre un sinfín de medidas más. Para que no haya aglomeraciones a las entradas y salidas, se escalonan en turnos de veinte minutos con un máximo de 20 o 25 personas, una plantilla a la que se le toma la temperatura a diario. También hay protocolos en las pausas y han instalado una “cantina de campaña”, que se suma a la que ya disponía la cooperativa para garantizar que en todo momento los trabajadores pueden guardar distancias. En el capítulo de alojamientos de temporeros, el problema es que no existen directrices claras y el sector alerta de las consecuencias en función de las pautas que se marquen. Fruits de Ponent, además, procede a la desinfección diaria de toda la central, mientras que la ropa de los empleados deben lavarse también a 60 grados.

La batería de pautas es mucho más larga y no solo se traduce en un incremento de coste por el gasto e inversión desde las mascarillas a las mamparas de separación entre trabajadores de una línea de envasado de fruta. La llamada separación social, entre otros cambios, se traducirá en una caída de la productividad estimada en un 30%. El sector necesita más que nunca que el mercado y el consumidor respondan ante este esfuerzo de payeses y empresas.

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