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Un libro repasa los robos de Erik el Belga y el del Beatus de La Seu

El director del Museu de Lleida con Jordi Campillo y Susana Romero.

El director del Museu de Lleida con Jordi Campillo y Susana Romero.

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Los robos del Beatus de La Seu d’Urgell en 1996; del tesoro de la catedral de Tarragona en 1980 a cargo de Erik el Belga; de la arqueta de Banyoles también en 1980 a cargo también del mismo ‘personaje’; de más de 4.000 piezas del almacén del Museu Arqueològic de Catalunya en 2000, o el caso del antiguo director del Museu Diocesà de Solsona, ya fallecido, que durante años vendió y cambió por falsas algunas tablas góticas de la pinacoteca son solo algunos de los casi 300 citados en el libro Espoli: del museu al jutjat (Rafael Dalmau Editor), que ayer presentaron en el Museu de Lleida sus dos autores: el doctor en Historia Antigua y Arqueología de la Universitat de Barcelona Jordi Campillo, natural de Puigcerdà y que desarrolla su labor profesional en La Seu d’Urgell, y la fiscal barcelonesa Susana Romero, que en 2008 creó y asumió la coordinación de la Fiscalía de Patrimonio Histórico de Barcelona, cargo que ocupó hasta 2009. Campillo dedicó su tesis doctoral a analizar cómo afectó este expolio del patrimonio historicoartístico en las comarcas pirenaicas a lo largo del siglo XX. Este trabajo de investigación lo reflejó en 2007 en el libro On és la calaixera? (Garsineu), “y ahora creí interesante ampliarlo al resto de Catalunya, eso sí, concretando desde 1983, cuando comenzaron a aparecer los temas de patrimonio en el Código Penal, hasta la actualidad”, explicó Campillo. “Además, quería la opinión de una persona especialista en leyes y por eso he contado con la primera fiscal en patrimonio histórico en Catalunya”, añadió.

Los dos autores comentaron que “durante muchos años ha sido muy fácil robar elementos del patrimonio, sobre todo en iglesias y ermitas, que no contaban con las condiciones de seguridad y protección adecuadas; de hecho, la oportunidad hace al ladrón, ya que muchos solo han aprovechado la vulnerabilidad del patrimonio”. En este sentido, Susana Romero recordó los cambios introducidos en la legislación en 2015, pero “esta debería cambiar mucho más, la verdad es que a pocos les interesa la protección del patrimonio”. Campillo añade que “este escaso interés y la insuficiente regulación legal son algunos aspectos que facilitan la proliferación de actos de expolio cultural”. En el libro, Campillo también desmitifica la figura del ladrón de arte: “El cine y las novelas han idealizado a un ladrón de guante blanco, un ladrón de película que tiene poco que ver con los delincuentes que han ‘enfocado’ su carrera en dirección al patrimonio historicoartístico”.

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