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La Bellpuig Cobla, el año pasado en un acto de homenaje a Josep Maria Bernat en el Teatre Armengol.

La Bellpuig Cobla, el año pasado en un acto de homenaje a Josep Maria Bernat en el Teatre Armengol.SEGRE

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Las coblas sufren, desde principios de este mes, un nuevo hándicap que en algunos casos puede implicar que se planteen incluso su continuidad. Una nueva normativa de la Seguridad Social no les permite desgravarse ni el kilometraje ni las dietas. Esto implica que en algunos casos no les salga a cuenta aceptar actuaciones, sobre todo si son lejos de su lugar de residencia. Aunque las cifras varían de una formación a otra, el precio medio de un concierto ronda los 1.000€. De aquí deben restar el correspondiente pago a la Seguridad Social, el kilometraje, el pago al representante que ha formalizado la contratación, al director, y las dietas, dado que la mayoría de veces el horario y la distancia obligan a comer en la ciudad en la que actúan o por el camino. Al final, los 11 músicos que componen una cobla pueden cobrar de mediana unos 40 euros (las cantidades oscilan entre los 70 y los 15 euros) por una actuación que ha supuesto 5 o 6 horas de trabajo desde que salen de casa hasta que regresan. Y de aquí, si es el caso, posteriormente deberán pagar los impuestos correspondientes. Por ello, los músicos consultados por este periódico lamentaban esta medida que supone apretar todavía más su (habitualmente) maltrecha economía, y más teniendo en cuenta que en muchos casos, el objetivo que les impulsa a formar parte de una cobla es una cuestión de voluntad y tradición. En este sentido, Francesc Saladrigues, responsable de la Bellpuig Cobla, una de las más consolidadas, ponía de manifiesto que pese a que la medida supone un duro golpe, no comportará la desaparición de la formación, aunque no descartaba que a título personal, algún músico opinase que le era imposible continuar. Y es que en su caso, son todos profesionales que además de las actuaciones se reúnen para ensayar, lo que supone que en estos casos algunos de sus miembros se desplazan casi 100 kilómetros. “Creo que a parte de la economía esto supone también un ataque a la cultura”, lamentaba. En palabras similares se expresaba, Josep M. Coll, de la cobla Vents de Riella de Agramunt que, aunque confía en poder continuar, sí que vaticinaba que supondrá que “tendremos que seleccionar mucho más los lugares en los que actuemos, según la distancia”. Por su parte, Josep Torres, de la cobla Ciutat de Cervera, explicó que abordarán el tema en la próxima reunión, pero no descartó que “pueda afectar a la continuidad”. Un caso diferente es el de la Cobla Municipal de Lleida dado que, al ser municipal, sus músicos y director no están al caso de estas vicisitudes económicas y burocráticas.

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