Lluís Foix: «El Brexit me desconcertó porque ganó con mentiras y populismo»

Empezó en La Vanguardia como traductor del New York Times, después pasó a redactor, y de allí a corresponsal ¿cómo surgió?

En el 74 salió una vacante en la corresponsalía de Londres. Yo sabía inglés, me preguntaron si me interesaba y dije que sí. Empecé con un contrato de seis meses. En cualquier profesión las cosas no las buscas, sino que te las encuentras.

¿Cómo era la vida de un corresponsal en Londres en aquella época?

Antes había mucha más autonomía, podías administrar muy bien tu día y escribías sobre aquello que considerabas oportuno, o que pudiera interesar a los lectores. Tenías tiempo para ir a los sitios, hacer vida social, o asistir a ruedas de prensa. El día terminaba enviando una crónica, una nota cultural o política... ahora, el corresponsal, cuando se levanta, ya tiene varios mensajes diciéndole lo que está pasando en el sitio donde está, sobre qué debe escribir, cuánto debe ocupar la noticia, etc.

En el libro dice que formaba parte de la “aristocracia del periodismo”. ¿Qué significa?

Ser corresponsal en Londres supuso el privilegio de conocer y tratar en persona a los grandes personajes de la época que pasaron por allí. Mi estancia coincidió, además, con la muerte de Franco y el inicio de la Transición. Por allí circularon Adolfo Suárez, pasando por Calvo Sotelo, Manuel Fraga... y todos hacían sus cábalas sobre cómo sería el futuro de España. El poder hablar con ellos en una cena hacía que te contaran más cosas de las que dirían en una entrevista normal.

Y también le supuso la oportunidad de cubrir grandes sucesos

Como la victoria de Margaret Thatcher en las elecciones, pero en aquel momento no era consciente de la relevancia de aquel suceso. Los periodistas solo escribimos la primera parte de la historia, que después será revisada por historiadores, sociólogos... y luego por la siguiente generación, de nuevo.

Habla de la admiración que siente por los ingleses, en concreto por tres de sus señas de identidad.

Así es. La primera, su lengua, porque históricamente le han dado mucha importancia y han conseguido convertirla en el idioma de la diplomacia y de la política internacional, desplazando al francés; en segundo lugar, el Parlamento de Westminster, que es una gran escuela de ideas, retórica, y también de otros intereses; y por último, la BBC, que proyecta al mundo, de una manera aparentemente neutra y bajo una gran rigurosidad informativa, los valores de la sociedad inglesa.

¿Ha cambiado el periodismo desde entonces?

Es diferente, ni mejor ni peor. Mantiene su esencia. Antes la información se transmitía en vertical, ahora en horizontal. El periodismo solo sobrevivirá si consigue mantener su credibilidad ante la opinión pública.

¿Qué pensó del Brexit cuando se gestó?

Cuando estaba escribiendo este libro, lo dejé tres o cuatro meses para seguir ese tema, porque no me creía lo que estaba pasando. Pensaba que al final habría acuerdo. Toda la campaña del referéndum por el Brexit me desconcertó: cómo se hizo, empleando mentiras manifiestas, propaganda, populismo, supremacismo británico... porque los ingleses ya lo habían hecho antes así, pero con más sutileza e inteligencia.

¿Fue un error?

No puedo hacer predicciones, pero creo que es ir contra el espíritu de los tiempos, en el sentido de que cada vez dependemos más los unos de los otros. Algunos sectores británicos opinan que tenían razón, por ejemplo cuando hablan de las vacunas, ya que han administrado muchas más dosis que la media del resto de países europeos. Ya veremos lo que pasa.

¿Está trabajando en algún otro proyecto literario?

Tengo cosas escritas sobre muchos temas, una de las cosas que debo agradecer a la profesión es todo el tiempo que he tenido para leer y aprender, creo que es la mejor inversión. Pero no tengo nada previsto, dejemos primero pasar el tiempo, a ver cómo se desarrolla lo de la pandemia.