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Ridículo del Barça en Anfield

Ernesto Valverde revive en Liverpool la pesadilla de la pasada temporada en Roma y el equipo queda eliminado dilapidando el 3-0 de la ida || A los siete minutos ya perdía y nunca tuvo capacidad de reacción

Wijnaldum celebra uno de los goles que anotó ante el Barcelona al inicio de la segunda parte.

Wijnaldum celebra uno de los goles que anotó ante el Barcelona al inicio de la segunda parte.EUROPA PRESS

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La historia, cíclica como ella sola, devolvió a un histórico Liverpool a su milagro de Estambul y rememoró las pesadillas de un Barcelona que volvió a visitar Roma un año después y que quedó eliminado de forma patética y ridícula de la Liga de Campeones, en un naufragio para la posteridad que deja en evidencia la estrategia de Ernesto Valverde. En la final de la Champions 2004-05, en Estambul, el Milán se adelantó 3-0 pero el Liverpool empató en la segunda parte, con tres goles en seis minutos, para acabar llevándose el título por penaltis.

Una ola en forma de ‘You’ll Never Walk Alone’ recibió al Barcelona en Anfield. Esa fue la parte amable. La realidad a la que venían fueron los pitidos ensordecedores que les despertaron al sacar de centro y la continua presión que ejerció la afición inglesa durante todo el partido.

Valverde vive su segundo fracaso europero consecutivo desperdiciando una ventaja de tres goles

Una tormenta que avisó al Barcelona y que les comprimió los músculos y les metió el miedo de 54.000 gargantas en el cuerpo. Cuando Jordi Alba perdió el balón que desembocó en el gol de Origi (1-0), no se sintió como algo extraño. Solo habían pasado siete minutos y el Barcelona seguía confiado en que le bastaba con el 3-0 de la ida para llegar a la final de Madrid. El Liverpool barrió al Barcelona con su mayor intensidad, mayor motivación y mayor esfuerzo y sacrificio. El Barça fue ayer una sombra de sí mismo.

El 1-0 a los siete minutos parecía la parte escrita de un guión preparado de antemano en Anfield. Un Liverpool al que le daba igual no tener a Mohamed Salah y Roberto Firmino, porque Origi y Shaqiri tomaban sus papeles entonados por la grada. Muy por encima de su nivel real quizás, muy al nivel del escenario, pero con las ganas que les faltaron a los de Valverde, asombrosamente pasivos durante todo el partido.

Compungido y asustado y siempre con Roma en la mente, el Barcelona salió de la cueva, con un Messi buscado continuamente, para encontrarse con Alisson. El guión marcaba que la magia tenía que durar más, que el hechizo no se podía quebrar aún.

Por eso varios disparos de Messi desde la frontal se perdieron más allá de la madera británica. Por eso cada córner suponía que todo Anfield se pusiera de pie. Los amigos ya no existían y Luis Suárez era increpado con cánticos de “Que te den” y tildándole de tramposo.

En la guerra, los amigos se cuentan con los dedos de una mano y aunque el Liverpool se precipitaba en la búsqueda del segundo, con un eléctrico Mané, el resultado aguantaba.

Solo se tambaleó el guión en los instantes finales de la primera parte, con un disparo raso y lejano de Messi y un mano a mano de Alba con Alisson que salvó el meta brasileño. El Barça necesitaba un gol para estar tranquilo, pero no encontraba la forma de lograrlo entre fallos en pases sencillos y una escandalosa falta de contundencia en el remate.

Parecía imposible, pero el inicio del segundo tiempo superó el infierno del primero. Wijnaldum terminó por devolver al Barça a la pesadilla de Roma. El holandés remató un centro de Alexander-Arnold y puso el 2-0. Anfield daba miedo y el Barça demostraba estar asustado. Tan solo dos minutos después remató de cabeza otro centro y puso el 3-0. Anfield aterraba con la eliminatoria igualada.

Las reminiscencias de la noche en el Olímpico de Roma ya eran fotografías en la mente de los jugadores azulgranas. El terror ya era un jugador más en las filas de los de Valverde y mientras se paseaba por el campo, dejó helados a los defensas, que se quedaron parados en un córner y permitieron que Origi, en una jugada inexplicable, anotase libre de marca el 4-0. Anfield era el epicentro del miedo mundial. Los cánticos a Origi se entremezclaban con las caras de los azulgranas, incrédulos. Con el 4-0 el Barcelona se entretenía tocando en la frontal. No estaba un Iniesta que lo arreglara, como en Stamford Bridge. Messi no aparecía. El tiempo se agotaba y The Kop enloquecía.

El pitido final lo confirmó. Anfield era el centro de la alegría mundial para un Liverpool histórico. Habían logrado lo imposible, habían devuelto al Barcelona a Roma, rescatado Estambul y estarán en la final del 1 de junio en el Wanda Metropolitano de Madrid.

Wijnaldum celebra uno de los goles que anotó ante el Barcelona al inicio de la segunda parte.

Wijnaldum celebra uno de los goles que anotó ante el Barcelona al inicio de la segunda parte.EUROPA PRESS

Wijnaldum celebra uno de los goles que anotó ante el Barcelona al inicio de la segunda parte.

Wijnaldum celebra uno de los goles que anotó ante el Barcelona al inicio de la segunda parte.EUROPA PRESS

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