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«Las mujeres hemos avanzado, pero no basta»

Regina Martí, de 91 años, y su nieta Emma Solé, de 26, analizan el cambio de expectativas femeninas en un siglo

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Regina Martí Alemany se casó a los 25 años y tuvo a su primer hijo a los 26. Su nieta, Emma Solé Mòdol, tiene ahora esta misma edad y ni se le pasa por la cabeza ser madre en un futuro próximo. Su prioridad es su carrera profesional de veterinaria. “Quiero encontrar trabajo de mi profesión y no tener que buscarlo fuera del país”, explicó en una distendida conversación con su abuela en la residencia pública de Lleida- Balàfia. Regina y Emma se llevan 65 años. Abuela y nieta consideran que la situación de la mujer en todos estos años ha mejorado, pero afirmaron que “en algunos aspectos no hemos cambiado tanto” y consideran que “aún queda mucho camino por recorrer para alcanzar la igualdad real entre hombres y mujeres”.

En este sentido, Regina es pesimista. “La sociedad es machista por naturaleza”, afirmó. Esta vecina de Lleida nació en Barcelona en 1925. La Guerra Civil estalló cuando era una niña de 11 años. “La Guerra fue muy dura, pero la posguerra fue aún peor”, aseguró. Regina asistió a la escuela hasta los 13 años y a esa edad empezó a trabajar de niñera. A los 15 años su familia se trasladó a Lleida, al encontrar su padre trabajo en Ponent como escultor de piedra (fue el autor del primer Marraco). “Lleida me pareció un pueblo muy gris”, afirmó Regina, que aprendió el oficio de modista, la que fue su profesión durante prácticamente toda la vida. “La aspiración de las chicas en esa época era casarnos, tener hijos y prosperar”. Ella se casó a los 25 años y tuvo tres hijos, dos chicos y una chica, la madre de Emma, que es la más pequeña de sus seis nietos (también tiene cinco bisitmar nietos).

“La vida de las mujeres en los años 50 era muy esclava, estábamos completamente dominadas por los hombres. Nos pagaban un sueldo mísero, no podíamos ni salir solas a la calle. Si una mujer triunfaba en algún aspecto, lo hacía siempre por detrás de un hombre o aparentando ser uno de ellos, como el caso de Caterina Albert (autora de Solitud bajo el pseudónimo de Víctor Català)”. Regina es hija de una familia muy avanzada para su época. “Mis padres eran socialistas y siempre les tuteé, algo que no era nada habitual”. Cuando tuvo a sus tres hijos, no dejó su empleo de modista. “Trabajaba desde casa y tenía la ayuda de mi madre. Nunca me planteé dejar de trabajar, pero las tareas domésticas eran responsabilidad mía, no de mi marido.

En este aspecto sí se ha avanzado, ahora los hombres ayudan más en casa”, afirmó. “No se trata de que ayuden, eso no es suficiente”, le respondió su nieta. “Se trata de repartir el trabajo en casa por igual”, añadió. Según Emma, si durante el siglo XX se ha trabajado a nivel educativo para cambiar los roles de género, en el siglo XXI hay que trabajar para acabar con la violencia machista. “Toda la vida ha habido violencia contra las mujeres. Antes se quedaba en casa. Ahora se denuncia, pero sigue habiéndola”, dijo. “Hay violencia en todos los niveles y con víctimas muy jóvenes”. A nivel laboral, Emma tiene claras sus prioridades pero también teme el techo de cristal con el que chocan muchas mujeres en el momento de tener hijos. “He estudiado Veterinaria en la Universitat Autònoma de Barcelona y ahora estoy cursando un doctorado en la Universitat de Lleida. Como yo, muchas jóvenes de mi edad dedicamos mucho esfuerzo, tiempo y dinero a formarnos para poder trabajar de lo que nos gusta. Tal y como está la situación en este país, esto no siempre es fácil. Y, de conseguirlo, llegará el momento de tener hijos y conciliar. Es muy injusto que las mujeres tengamos que escoger entre nuestra vida personal y nuestra carrera laboral. En este sentido, urge un cambio de chip en las empresas y en el conjunto de la sociedad”, concluyó.

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