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ESTUDIO

Los precios agrícolas seguirán bajos en la próxima década, según la OCDE y la FAO

La demanda procedente de China se ha ralentizado y no hay otras zonas del mundo que compensen ese cambio de tendencia

Los precios agrícolas seguirán bajos en la próxima década, según la OCDE y la FAO

Los precios agrícolas seguirán bajos en la próxima década, según la OCDE y la FAOEFE/Archivo

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Los precios agrícolas permanecerán globalmente bajos en la próxima década porque el tirón de la demanda procedente de China se ha ralentizado y no hay otras zonas del mundo que compensen ese cambio de tendencia, indicaron hoy la OCDE y la FAO.

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO) auguran que el consumo por habitante de la mayoría de productos seguirá estancado.

En particular, según su informe anual de perspectivas agrícolas y pesqueras, los cereales, las raíces y los tubérculos.

Por eso, el crecimiento de la población mundial será el principal vector de progresión de la demanda, a pesar de la ralentización del incremento demográfico.

Los países que tirarán del carro, por ser donde se espera un mayor alza de la población, están en el África subsahariana, en Oriente Medio y en el norte de África, además de la India.

La alimentación animal será el otro factor importante de aumento de la demanda de productos agrícolas y, en el caso de los cereales y las oleaginosas, el principal. China continuará absorbiendo el grueso del aumento esperado en la próxima década.

El estudio subraya que mientras hay elementos que frenan el consumo de carne (como las preferencias alimentarias o la disponibilidad de recursos), se prevé un rápido ascenso de la demanda de otros productos de origen animal, como los lácteos, que experimentarán una mayor expansión (superior al 2 % anual).

El ritmo de aumento de la demanda en los próximos diez años será la mitad del constatado en el último decenio para los cereales, la carne y el pescado, con cadencias apenas ligeramente por encima del 1 % anual.

El azúcar y el aceite vegetal, con aumentos respectivos del 2,21 % y del 1,65 % anual, constituyen dos excepciones notables a la tendencia al estancamiento per cápita en el consumo de alimentos básicos.

Sobre todo en los países en desarrollo en rápido proceso de urbanización, cuyos habitantes cada vez se decantan más por productos transformados y que no necesitan preparación.

En cuanto a la oferta, tras los picos de precios en 2007-2008 en un contexto de algunas malas cosechas y de fuerte aumento del consumo en China, donde las nuevas clases medias incluyeron más carne y lácteos en su dieta, la producción ha cubierto con creces esas nuevas necesidades e incluso ha habido un repunte en las reservas.

La tendencia continuará, ya que en los próximos años la producción agrícola, así como la obtenida del mar y de la piscicultura, aumentará cerca del 20 % en el mundo.

Esa progresión se concentrará en el África subsahariana, en el sudeste asiático, Oriente Medio y el norte de África, principalmente por un uso más intensivo de los recursos y por mejoras en la eficiencia, pero también por la conversión de pastos en cultivos y por un incremento del tamaño de las explotaciones ganaderas.

Por tipo de productos, el precio de los cereales se ha situado desde 2015 en el 80 % de la media respecto al periodo 2008-2017 y el de las oleaginosas en torno al 85 %.

En el azúcar cayeron en 2017 al 80 % de la media de los diez últimos años, tras el repunte de 2016, mientras que la carne se encareció un 9 % (para el cordero la escalada fue superior) para situarse en torno a la media.

Los lácteos, como el pescado, son algunos de los pocos productos alimenticios cuyos precios en 2017 estuvieron por encima de su media de los diez últimos años.

En cuanto a las cosechas destinadas a los biocarburantes (sobre todo cereales como el maíz, aceites vegetales y caña de azúcar), la OCDE y la FAO estiman que su ascenso será "mucho más modesto" que en la pasada década.

La razón es que las políticas en los países ricos ya no incitan tanto a destinar una parte de esas producciones, y en especial de maíz, para combustible.

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