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Integración laboral para cinco refugiados acogidos en Lleida

Atendidos por Cruz Roja, tienen permiso de trabajo y han conseguido un contrato

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La veintena de personas refugiadas que han llegado a Lleida ciudad en el último año huyendo de conflictos bélicos o políticos en sus países de origen y que han sido atendidas por Cruz Roja empiezan a ver la luz al final del túnel. Y

Y es que el programa diseñado por la entidad para facilitar su integración está dando sus frutos, ya que 18 de estos ciudadanos, nueve adultos y otros tantos niños (fundamentalmente venezolanos, ucranianos y sirios), han conseguido superar la primera fase de acogida del proyecto y se encuentran ya en un segundo nivel, en el que se trabaja la integración social y en el que se busca que cada vez sean más autónomos.

Todos los mayores de edad (residen en pisos de forma semiautónoma) cuentan ya con permiso de trabajo y cinco de ellos han conseguido un empleo en la campaña agrícola. Para la atención en la primera fase de acogida, Cruz Roja cuenta con cuatro viviendas en Lleida para 22 personas. La entidad lleva más de 10 años trabajando en Ponent con los refugiados, siendo en 2013 cuando llegó a Lleida el primer ciudadano sirio. Desde entonces se ha atendido a 77 refugiados.

En primera persona

Álvaro L. Gutiérrez, refugiado venezolano: 

«Ser refugiado supone empezar una vida de cero»

Un secuestro y amenazas de muerte y de raptar a su hija fueron lo que motivaron a Álvaro Luis Gutiérrez a abandonar Venezuela hace ahora dos años. Allí trabajaba como ingeniero industrial en una empresa que tuvo que cerrar. “Yo comunicaba despidos y quedé como culpable de muchas cosas. Me secuestraron durante horas y me amordazaron”, recuerda este vecino de Lleida.

Por ello mandó a su hija y a su mujer a España y cuando vendió su patrimonio, pidió vacaciones para huir del país. “Entro en España como turista y hago la petición de protección internacional. En 20 días me dieron la condición de asilo político”, explica. Primero aterrizó en Madrid, pero como su exmujer (de la que está divorciado) y su hija viven en Reus, la policía le buscó una plaza vacante de refugiado lo más cerca posible y fue en Lleida.

Gracias a Cruz Roja estuvo seis meses en la fase de acogida y se formó como auxiliar de enfermería. Ya ha tenido su primer contrato en la campaña de la fruta y ahora espera ser contratado en una residencia para mayores. “El proceso está siendo duro pero muy gratificante. Vienes de ser independiente y pasas a depender de todo. Es como empezar una vida de cero”. 

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