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Una de cada cuatro adolescentes tiene síntomas de depresión

Los expertos piden trabajar en la prevención ante factores de riesgo como los antecedentes de los padres

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Una de cada cuatro chicas de 14 años manifiesta síntomas de depresión, mientras que en el caso de los chicos la proporción es del 10%. Así lo demuestra una investigación liderada por la Universidad de Liverpool y la ULC Institute of Educations del Regne Unit, en la cual se ha hecho un seguimiento de diez mil menores nacidos entre el 2000 y el 2001. Otra investigación de la UCL, publicada en The Lancet Psychiatry, concluye que los antecedentes psicológicos de los dos progenitores son un factor de riesgo y apunta que hay que trabajar precozmente con el cuadro familiar.

Parte de la literatura científica ha trabajado sobre la premisa que la figura de la madre era más determinante que la del padre con respecto a las patologías mentales, como la depresión, entre otras cosas porque se daba por hecho que era la madre quien pasaba más tiempo con los hijos. La investigación publicada en The Lancet Psychiatry se basa en el seguimiento de 6.000 familias de Irlanda y 8.000 del Reino Unido. «La evidencia científica nos muestra que son padre y madre, y no sólo esta última, los que tienen un papel fundamental e influyente sobre el hijo», afirma Amalia Gordóvil, doctora en Psicología Clínica y profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC.

Gordóvil, que es psicoterapeuta infantojuvenil y familiar en el Centro Grat, recomienda que los padres que tengan depresión se pongan en manos de profesionales y, también, hacer un seguimiento de los hijos. Es a partir de los 13 años, coincidiendo con el comienzo de la adolescencia, cuando se manifiestan los primeros síntomas depresivos. Según el estudio de la Universidad de Liverpool, que ha hecho el seguimiento de 10.000 individuos, las chicas son más vulnerables. También son factores de riesgo nacer en una familia desfavorecida y, en el caso del Reino Unido, pertenecer a una minoría étnica.

La inestabilidad emocional es una característica de la adolescencia y se acostumbra a revertir cuando la persona madura y adquiere mecanismos de afrontamiento óptimos. Sin embargo, Gordóvil recomienda estar atentos a la evolución de cada hijo, sobre todo si se dan factores de riesgo, como vivir una experiencia estresante o tener familiares próximos con trastornos.

El estudio también señala que la mayoría de los padres no son conscientes de la gravedad de la situación. El distanciamiento con los amigos, la tristeza, los cambios en el estado de ánimo, la irritabilidad o las alteraciones en los hábitos del sueño o de la alimentación pueden poner a los padres en alerta. Según Gordóvil, es aconsejable contrastar las opiniones con el tutor y averiguar cómo los ven en la escuela. También hace falta hablar con los hijos y manifestarles disponibilidad por si quieren pedir ayuda.

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