“Lo más importante es tener ganas de vivir. Siempre hay algo por lo que seguir luchando”. Esta es la opinión de Divina Fontova, una leridana de 65 años, que fue diagnosticada de cáncer de mama hace dos años y del que ya está prácticamente recuperada. Cuando a Divina le detectaron la enfermedad tenía 63 años y trabajaba en una farmacia. “Ya no volví al mundo laboral, todo el proceso por el que pasé se alargó hasta mi jubilación”, explica Fontova. “Fue un golpe muy fuerte para mí y para toda la familia”, asegura. Antes de ser operada, recibió quimioterapia y después de que le extirparan el tumor, llegó la radioterapia. “Lo pasé muy mal, se me cayó el pelo y me adelgacé muchísimo” relata, “además, la procesión iba por dentro, no quería que nadie supiese que estaba triste, y si tenía ganas de llorar, lo hacía sola”. Sin embargo, insiste, que tanto su hija como sus nietos, de entre 3 y 7 años por aquel entonces, la cuidaron muchísimo y fueron su máximo apoyo. “Un día decidimos quitarnos las caretas mi hija y yo y nos pusimos a hablar de la enfermedad. Al terminar, nos fundimos en un abrazo y entendí que tenía motivos de sobra por los que seguir luchando”. Fue a partir de ahí cuando todo, asegura, fue a mejor. Actualmente Fontova hace vida normal, y se ha apuntado como voluntaria de la Asociación Contra el Cáncer de Lleida (AECC). “El apoyo que me brindó la asociación, tanto física como emocionalmente, fue indispensable para que yo saliese hacia delante. Hacerme voluntaria era la mejor manera de devolvérselo”.
Por otro lado, el grupo de Investigación Biomédica del Hospital Vall d’Hebron demostró ayer por primera vez que los antibióticos bactericidas en combinación con bloqueadores de la autofagia disminuyen el crecimiento del tumor. Además, la administración de estos medicamentos también puede ayudar a reducir las metástasis.