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ESNOTICIA

Más fiesta, menos magia

Sant Joan es una tradición milenaria y muy arraigada, pero en los últimos años se ha “homogeneizado” || Hasta los años ochenta las hogueras corrían a cargo de los niños, que autogestionaban el fuego

El templo, sin cubierta, acoge jóvenes la noche de Sant Joan.

El templo, sin cubierta, acoge jóvenes la noche de Sant Joan.FONS PORTA/ARXIU FOTOGRÀFIC DE L’IEI

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Esta noche se encenderán cientos de hogueras en las comarcas de Lleida y las fallas iluminarán la noche más corta del año en el Pirineo. Sant Joan es una de las tradiciones más arraigadas pero, a la vez, una de las que ha experimentado más cambios en los últimos tiempos. Se ha ganado en seguridad, se ha perdido en ambiente popular.

¿La fiesta de Sant Joan ha cambiado?

El antropólogo Manuel Delgado dice que ha muerto y estoy de acuerdo con él. Paradójicamente, la fiesta está más viva que nunca, pero hace 25 o 30 años el hiperintervencionismo del despacio público que hacen las administraciones mató la tradición. Sant Joan estaba asociado a un ritual en el que los niños se autoorganizaban para abastecer las hogueras que se hacían en la calle. En teoría se han impuesto muchas restricciones por seguridad, pero como ingeniero técnico forestal debo decir que hay pocos precedentes de fuego causado por una hoguera. Por esta regla de tres no podrían bajarse fallas, porque el fuego pasa por el bosque.

En Artesa de Lleida los niños se hacían sus propios ‘petardos’ con ‘bova’ que se ponía en las brasas

Desde 1955 la Flama del Canigó enciende las hogueras de todos los territorios de habla catalana

Pero como usted dice, a la vez es una fiesta muy arraigada.

La tele y, sobre todo, la escuela, estandardizan las fiestas. Ahora todos comemos coca y bebemos cava, pero esto no son tradiciones. Una coca es un lujo cuyo consumo difícilmente podría generalizarse en épocas pasadas. Esta manera de uniformizar las fiestas a quien más beneficia es a los gremios de panaderos. Pero es cierto que, a la vez, Sant Joan marca el inicio del verano y se celebra en todo el país. Pero ha dejado de ser una fiesta popular para pasar a ser institucional, como ha ocurrido con el Carnaval. Las administraciones intentan controlar la transgresión y ¿qué hay más transgresor que hacer una hoguera en la calle?

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Lleida

Es la noche más corta del año, pero también la más intensa. Sant Joan da la bienvenida al verano con las ancestrales fiestas del fuego y este año no será una excepción: se encenderán hogueras purificadoras, se celebrarán verbenas populares y, en el Pirineo, los fallaires volverán a ser modernos Prometeos que roban el fuego a los dioses. Ritos milenarios que, sin embargo, han cambiado, y mucho, en los últimos años. “Sant Joan ha cambiado porque la sociedad también ha cambiado”, subraya el experto en cultura popular Pau Plana. “Los niños eran los grandes protagonistas”. Ellos se encargaban de conseguir el material que quemaría en la hoguera: muebles viejos, por lo general, pero también leña que iban a buscar solos. “Ahora sería impensable”, reconoce Plana. Cuando tenían la pira preparada eran los encargados de vigilar que nadie se llevara el combustible. También eran los autores de la figura que coronaba la fogata. Se conserva una imagen de Eudald Boleda tomada en 1978 en la que la hoguera de Bellpuig está presidida por un gigantesco Mazinger Z (ver página 5). También se elaboraban muñecos al más puro estilo de las fallas de Valencia en Tàrrega (foto de la derecha) o en Alguaire (ver página 4), donde, además, cada colla de cada vecindario se disfrazaba.

Rosa Finestres, nacida en Miralpeix hace 98 años, y criada en El Tossal, cerca de Ponts, explica que se encendían dos gales. Así se denominaban las hogueras de Sant Joan. Una, en la parte alta del pueblo y otra, en la baja. De hecho, era una especie de competición. Algo parecido ocurría en Castellnou de Seana, donde se encendían hasta cuatro hogueras. O en Bellpuig, que al ser más grande, podía acoger hasta una docena de fuegos. Y las hogueras no solo alumbraban y purificaban, sino que los más intrépidos, las saltaban. En Vilanova de Bellpuig y otras poblaciones del Pla d’Urgell antes de cruzar el fuego se rezaba una corta oración: “Foc de Sant Joan/ foc de Sant Pere/ guardeu-nos de la ronya/ i un altr’any”. Y se saltaba después de cada verso. Con ligeras variaciones, en casi todos los pueblos se repite el “guardeu-nos de la ronya”. Y es que la noche del 24 de junio era mágica. (ver desglose).

También se consideraba que era la noche propicia para recoger nueces verdes para elaborar ratafía, explica Gassó. En Artesa de Lleida existía la creencia de que si se ataba una cuerda al tronco del nogal, las nueces de ese árbol no se carcomerían en todo el año, según recoge Adolf Costadfreda en El cicle de l’any: feines i festes, publicado el año 2000. Además de la tradicional herba de Sant Joan o pericó, en Artesa se creía que cualquier hierba recogida justo antes de la salida del sol podía eliminar verrugas.

Pero a los más pequeños de Artesa, la planta que más les gustaba ir a buscar era la bova. No se podía poner en el fuego hasta que no se extinguía la llama. Cuando las brasas la calentaban lo suficiente, se agarraba el tronxo con cuidado y se golpeaba contra una pared. Si la bova estaba en su punto, hacía unos pets que sonaban como petardos.

Ahora Sant Joan se celebra más que nunca. Los jóvenes organizan verbenas multitudinarias. “Se encienden hogueras, se bebe cava, se come coca... pero a la vez se ha perdido la esencia de la fiesta”. Plana cree que la escuela, sobre todo, ha contribuido a “homogeneizar” la fiesta. Las normativas de seguridad y el control del espacio público por parte de la administración han hecho que deje de ser “transgresora”, como ha ocurrido con el Carnaval, “que ahora parece una fiesta infantil”.

Sant Joan también tiene un fuerte simbolismo político. Es una fiesta que, con ligeras variantes, se celebra en todos los territorios de habla catalana. De ahí que en 1955, Francesc Pujada decidiera iniciar una tradición: encender un fuego en la cima del Canigó y utilizar esa llama para encender todas las hogueras de los denominados Països Catalans. “Teniendo en cuenta que Sant Joan es una fiesta de origen precristiano, la Flama del Canigó es algo muy nuevo, pero a la vez, arraigó muy rápidamente y ahora se ha incorporado a la tradición”, subraya Pau Plana. Encender la hoguera con esa llama simbólica, unido a las restricciones normativas, fue lo que motivó que en muchas poblaciones los fuegos se unificaran. Así ocurrió en Bellpuig, por ejemplo, donde se optó por organizar una gran hoguera que sustituyera a las doce o catorce que se encendían en casi cada cruce de calles hasta mediados de los años setenta.

También ha cambiado la fiesta en el Pirineo, y no solo por la masificación turística. Ahora es una fiesta igualitaria en la que ser mujer no es un impedimento para ser fallaire. Porque no necesariamente los cambios son malos y el fin del patriarcado llega también a las fiestas populares.

El templo, sin cubierta, acoge jóvenes la noche de Sant Joan.

El templo, sin cubierta, acoge jóvenes la noche de Sant Joan.FONS PORTA/ARXIU FOTOGRÀFIC DE L’IEI

El templo, sin cubierta, acoge jóvenes la noche de Sant Joan.

El templo, sin cubierta, acoge jóvenes la noche de Sant Joan.FONS PORTA/ARXIU FOTOGRÀFIC DE L’IEI

El templo, sin cubierta, acoge jóvenes la noche de Sant Joan.

El templo, sin cubierta, acoge jóvenes la noche de Sant Joan.FONS PORTA/ARXIU FOTOGRÀFIC DE L’IEI

El templo, sin cubierta, acoge jóvenes la noche de Sant Joan.

El templo, sin cubierta, acoge jóvenes la noche de Sant Joan.FONS PORTA/ARXIU FOTOGRÀFIC DE L’IEI

El templo, sin cubierta, acoge jóvenes la noche de Sant Joan.

El templo, sin cubierta, acoge jóvenes la noche de Sant Joan.FONS PORTA/ARXIU FOTOGRÀFIC DE L’IEI

El templo, sin cubierta, acoge jóvenes la noche de Sant Joan.

El templo, sin cubierta, acoge jóvenes la noche de Sant Joan.FONS PORTA/ARXIU FOTOGRÀFIC DE L’IEI

El templo, sin cubierta, acoge jóvenes la noche de Sant Joan.

El templo, sin cubierta, acoge jóvenes la noche de Sant Joan.FONS PORTA/ARXIU FOTOGRÀFIC DE L’IEI

El templo, sin cubierta, acoge jóvenes la noche de Sant Joan.

El templo, sin cubierta, acoge jóvenes la noche de Sant Joan.FONS PORTA/ARXIU FOTOGRÀFIC DE L’IEI

El templo, sin cubierta, acoge jóvenes la noche de Sant Joan.

El templo, sin cubierta, acoge jóvenes la noche de Sant Joan.FONS PORTA/ARXIU FOTOGRÀFIC DE L’IEI

El templo, sin cubierta, acoge jóvenes la noche de Sant Joan.

El templo, sin cubierta, acoge jóvenes la noche de Sant Joan.FONS PORTA/ARXIU FOTOGRÀFIC DE L’IEI

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