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CIENCIA HISTORIA

“España hizo posible el alunizaje”

Charla en Lleida de Manuel Grandela, ingeniero que “controló” la llegada del hombre a la Luna desde Madrid || “Armstrong llegó a las 158 pulsaciones por minuto en el momento cumbre”

El conferenciante José Manuel Grandela, ayer durante la charla en el Rectorat.

El conferenciante José Manuel Grandela, ayer durante la charla en el Rectorat.ALBERT GÒDIA

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“Houston, aquí Base Tranquilidad. El Eagle ha alunizado”, fueron las palabras que pronunció Neil Armstrong el 20 de julio de 1969 cuando junto con Buzz Aldrin llegaron a la Luna. Sin embargo, poca gente sabe que los primeros en escuchar esas palabras se encontraban en la instalación de la Nasa de Fresnedillas de la Oliva, en Madrid. Entre ellos estaba el ingeniero controlador de satélites y naves espaciales José Manuel Grandela, que durante la misión del Apolo XI se encargó de mantener las comunicaciones entre las dos grandes estaciones de seguimiento que había en la provincia de Madrid -Fresnedillas, que se hizo exclusivamente para el programa Apolo, y Robledo de Chavela, que se encontraba a tan sólo 8 kilómetros y que ya existía desde hacía 3 años- y el Centro Espacial Houston. Grandela, que ayer pronunció en la Sala d’Actes del Rectorat la conferencia El primer hombre en la luna. España lo hizo posible, explicó a SEGRE que tenía tan solo 23 años cuando lo contrató la Nasa, y en estas últimas cuatro décadas ha participado en todos los programas tripulados de la agencia espacial y en medio centenar de programas orbitales e interplanetarios. “España tuvo la suerte (la estación de Fresnedillas) de ser la controladora absoluta de la separación del módulo de mando Columbia, donde permaneció Michael Collins, y el módulo lunar Eagle, en el que bajaron Neil Armstrong y Buzz Aldrin para hacer historia”, recordó el ingeniero a SEGRE, y añadió que esas horas fueron muy estresantes ya que “el ambiente era muy tenso porque se hicieron cosas que no se habían hecho nunca y los riesgos a 400.000 kilómetros de distancia se multiplicaban”.

Los miles de datos que se enviaban desde el Apolo XI la nave y las constantes biológicas de los astronautas, que estaban conectados a unos sensores, pasaron por los equipos de Grandela de forma que siempre estuvieran disponibles en cualquiera de las otras estaciones de la misión si en el peor de los casos hubiera sucedido un problema serio. Sobre este extremo, el ingeniero espacial destacó que el corazón de Armstrong, en el momento de pisar la superficie lunar, llegó a marcar 158 pulsaciones por minuto, casi el triple del ritmo cardíaco normal.

El momento crucial fue seguido por 530 millones de personas Al ser la Tierra una esfera y tener 360 grados, durante la misión del Apolo XI se dividió en tres husos (gajos) imaginarios a 120 grados de longitud de diferencia cada uno, en los que se encontraban repartidos tres centros de comunicaciones con antenas lo suficientemente potentes como para establecer cobertura directa con la Luna. Uno era el de Goldstown (California), otro el de Honeysuckle Creek (Australia), y el tercero el de Fresnedillas, con una antena de 26 metros de diámetro y 200 toneladas de peso. Los tres centros estaban estratégicamente ubicados para garantizar una conexión permanente, pero fue el de España el que, en el momento crucial, pudo recibir los mensajes lunares, que tardaron 1,3 segundos en llegar y luego invirtieron otros 0,4 segundos en viajar hasta Houston. Allí, a través de la radio Voz de América, llegó a una audiencia estimada de 530 millones de personas en una Tierra habitada por menos de 4.000 millones.

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