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Vejez en soledad

En las comarcas de Lleida hay unos 16.000 mayores de 65 años que viven solos, seis mil en la capital || Los expertos constatan que hay una falta de recursos públicos para atender a este colectivo

Jacinto Pernia muestra los planos del proyecto que impulsó para hacer apartamentos adaptados para gente mayor, que no prosperó.

Jacinto Pernia muestra los planos del proyecto que impulsó para hacer apartamentos adaptados para gente mayor, que no prosperó.MAGDALENA ALTISENT

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Un total de 16.100 personas mayores de 65 años de la provincia viven solas, según datos del Institut d’Estadística de Catalunya (Idescat), y 6.000 de ellas son de Lleida ciudad. Los expertos consideran que las administraciones no destinan suficientes recursos para atender a estas personas en materias como asistencia social y sanitaria.

Un total de 16.100 personas mayores de 65 años de toda la provincia viven solas y hay otros 16.000 hogares formados por parejas de esta franja de edad, según el Institut d’Estadística de Catalunya. En Lleida ciudad una de cada cuatro de los 24.000 vecinos de estas edades viven sin compañía, según un informe de la Paeria. Unas cifras que van al alza pero que no reciben la atención necesaria por parte de las administraciones. Así lo asegura Marcos Serrano, director del área sociosanitaria del hospital Santa Maria, que afirma que “estamos ante un verdadero problema social del cual no nos damos cuenta y ante el que se está haciendo poco o nada para remediarlo”. Se refiere a la conocida soledad no deseada, que afecta a “aquellas personas mayores que no tienen ninguna red social con la que relacionarse por falta de familiares, amigos y vecinos”.

De las más de 16.000 personas que viven solas en Lleida, Serrano calcula que “un porcentaje muy importante de ellas” sufre soledad no deseada. “Muchos mayores son completamente autónomos, pero también hay otro grupo dentro de este colectivo que se cierra en sí mismo, no tiene hábitos saludables ni se relaciona con nadie y no debemos olvidarlos”, recalca Serrano. Añade que la soledad no deseada puede comportar dolencias como un mayor riesgo de pérdida funcional, pérdida cognitiva, desnutrición o depresión, entre otras. Por ello, aboga por detectar estas situaciones antes de que ocurran a través de “programas de detección de la fragilidad y de personas mayores”. “Deben habilitarse unos presupuestos específicos, ya sea a nivel estatal, autonómico o local, para estos colectivos. Esto tendría una gran repercusión en su calidad de vida y mejoraría su sociabilidad”, asegura. En cuanto a cuáles deberían ser las administraciones que financien estas actuaciones, Serrano no tiene dudas. “El problema es que no está definido quién debe hacerse cargo de las ayudas, pero los ayuntamientos, consejos comarcales y diputaciones deben ser la punta de lanza en esta lucha”, y propone acciones como “fomentar las asociaciones de voluntarios, habilitar pisos tutelados o que puedan compartirlos con jóvenes e instruirlos en el uso de las nuevas tecnologías”.

La mayoría de las familias suple con su esfuerzo la falta de recursos públicos para personas mayores

Por su parte, Joan Ganau, profesor de Geografía Humana de la Universitat de Lleida (UdL), constata que la existencia de hogares en los que solo reside una persona mayor continuará yendo a más, por el progresivo envejecimiento de la población, y comparte la opinión de Serrano de que por parte de las administraciones no hay una estructura para dar respuesta a sus necesidades. En este sentido, considera que actualmente estas se cubren principalmente a través de “una red familiar informal y voluntarista”. “Igual que los abuelos cuidan de los nietos, muchas veces los hijos se hacen cargo del cuidado de su padres cuando son mayores porque viven cerca de ellos. Lo que no hay es una estructura organizada por parte del denominado estado del bienestar, porque la ley de Dependencia no acaba de funcionar”, opina. Así, considera que con una mayor atención social y sanitaria por parte de la administración, como sucede en algunos países, las familias no estarían tan obligadas a prestar esta atención voluntarista.

Por otro lado, Ganau entiende que el mercado inmobiliario no impulsa promociones de viviendas adaptadas a las necesidades de un segmento cada vez mayor de la población, pero advierte de que también hay que tener en cuenta los condicionantes culturales. “En los países nórdicos la relación entre padres e hijos es más fría, pero aquí es probable que si ofreces un piso de una habitación a una persona mayor esta dirá que no tendrá sitio para que vengan a verle los hijos”, pone como ejemplo.

Otro de los problemas que sufren los mayores de 65 años que viven solos es la demora para tramitar las ayudas a la Dependencia. El año pasado 12.061 leridanos se beneficiaron de estas ayudas, según Asuntos Sociales, pero 580 fallecieron esperando que se aceptara su solicitud. Otro dato alarmante son las personas en lista de espera para entrar en una residencia pública, que era de 1.111 leridanos a principios de este año.

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