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Los programas universitarios sénior mejoran la salud física y mental de los mayores de 50 años

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Cada septiembre, miles de universitarios y universitarias inician el curso académico. Ahora bien, lejos de la imagen más habitual de uno o una joven universitaria, se encuentra un colectivo de estudiantes menos conocido pero que cada vez incrementa la presencia en los pasillos|pasadizos de las universidades: las personas mayores de 50 años que participan en programas universitarios de personas mayores.

¿Cómo son? ¿Por qué deciden matricularse en la universidad? ¿Cuál es el impacto que tiene la formación universitaria en la calidad de vida de las personas mayores? Estas son las respuestas que aporta el primer informe que se ha hecho en relación al colectivo de 18.000 estudiantes que cursan programas formativos sénior en 17 universidades de Cataluña, Comunidad Valenciana, las Islas Baleares y Andorra.

La Xarxa Vives d’Universitats y la Facultat d’Educació Social i Treball Social Pere Tarrés (Universitat Ramon Llull) han presentado hoy el resultados de la investigación Formació universitària sènior. Informe sobre l'impacte social en l'estudiantat. El estudio se ha realizado entre el alumnado de los programas universitarios sénior de 17 universidades de la Xarxa Vives, que tienen como objetivo promover el envejecimiento activo, garantizar el derecho a una educación para todo el mundo en todas las etapas de la vida, mejorar la calidad de vida de las personas mayores y facilitar que este colectivo siga siendo un agente activo y participando de la sociedad.

El alumnado sénior representa cerca del 6% de la población universitaria. Se trata de un colectivo todavía más feminizado que el del estudiantat de grado y máster, dado que el 67% son mujeres. 8 de cada 10 tienen estudios previos: lo 62,4% ha cursado estudios universitarios, mientras que el 24,8%, estudios secundarios. Con respecto a la edad, más de la mitad tiene entre los 60 y los 69 años (52,6%), una proporción que aumenta hasta el 88,7% si sumemos el grupo de entre 70 y 79 años. La edad media se sitúa en los 68 años.

Los resultados de la investigación demuestran que la formación universitaria sénior impacta positivamente en la salud física y psíquica y en el bienestar general del alumnado que carrera estos estudios. Conforme más años hace que una persona está matriculada en un programa de formación universitaria sénior, más beneficios percibo, sobre todo en términos de salud y relaciones sociales.

En este sentido, los encuestados reconocen que cursar estudios en la universidad los ayuda a vencer temores y complejos, reducir sentimientos de ansiedad o depresivos, superar situaciones vitales traumáticas (viudedad, enfermedad o pérdida de algún familiar), mejorar su capacidad intelectual y de memoria, ser más tolerantes y humildes, más receptivos a aprender a utilizar las TIC, y a incrementar las relaciones con el entorno más próximo.

Además, cursar programas universitarios sénior se relaciona con un aumento de la actividad cultural del estudiante (como ir a museos, teatros o cines), lo que incrementa sus conocimientos y le permite participar en conversaciones de forma más fluida y segura, así como tener una visión del entorno más crítica y amplia que el obtenido a lo largo de la trayectoria vital, según el estudio.

La investigación también evidencia los efectos positivos que los programas universitarios sénior tienen en colectivos específicos, como las mujeres, el alumnado de más edad, o aquel con poca formación previa. En concreto, las mujeres participantes en el estudio reconocen que los campus universitarios se convierten en espacios que las liberan de los mandatos de género impuestos tradicionalmente (como el cuidado de hijos y nietos y del hogar) y que mejoran muy significativamente su autoestima y auto-reconocimiento.

La investigación refleja que en el grupo de personas que únicamente cuentan con estudios primarios, el porcentaje de mujeres dobla (69,2%) al de hombres (30,8%), motivo por|para el cual se hace necesario aplicar la perspectiva de género al divulgar estos programas entre la población sénior. Junto con el colectivo femenino, las personas mayores de 76 años perciben también más beneficios asociados al hecho de ir a la universidad.

El establecimiento de rutinas y obligaciones sociales para asistir a clase tiene para este alumnado un efecto de agenda-terapia que les permite volver a conectar con el exterior, a implicarse socialmente, evitando el aislamiento, la soledad, y obligándolos a mantener una imagen social y no abandonarse. Como indica el informe, estas generaciones suelen tener un nivel formativo inferior y por eso viven el inicio de los estudios universitarios con ilusión, como una oportunidad para superarse, sentirse útiles y recuperar el tiempo perdido.

Sin embargo, a este sector de la población que más se beneficia de la formación universitaria es donde parece que menos llegan estos programas formativos, dado que sólo 2 de cada 10 son personas sin estudios o con estudios primarios, mientras que 6 de cada 10 tienen estudios universitarios previos. En este sentido, las autoras del informe reclaman un mayor apoyo por parte de las administraciones públicas con el objetivo de hacer llegar los programas sénior a toda la ciudadanía y, especialmente, al perfil de personas mayores con menor nivel académico y a las mujeres, que son los colectivos que más se benefician.

Los resultados hechos públicos hoy han hecho incidencia también en los efectos que la pandemia ha tenido en el colectivo sénior. La crisis sanitaria ha comportado la ruptura de las rutinas y la pérdida de relaciones, lo que ha tenido consecuencias negativas tanto en el estado de ánimo como en el mismo cuidado personal del alumnado. La migración a un sistema de formación en línea ha sido estresante para muchos en un primer momento. Según otros, las sesiones telepresenciales han comportado déficit de atención. Sin embargo, la mayoría reconoce que poder seguir cursando los programas formativos ha aumentado su motivación por el estudio durante una época muy complicada y ha sido una oportunidad para profundizar en las nuevas tecnologías.

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