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Montse Alcoverro

En la pequeña pantalla le toca hacer de mala, la hierática Úrsula de la serie de TVE ‘Acacias 38’. La actriz que le da vida, Montse Alcoverro, no se le parece nada. Recientemente, visitó Aitona para ver la floración de los fruteros, un espectáculo natural que la dejó “maravillada”. Montse Alcoverro habla cinco lenguas, cosa que le ha permitido hacer cine por todo el mundo. Ahora, sin embargo, la crisis es global. La tele le pone el plato en mesa|tabla cada día, pero ella querría levantar más proyectos ambiciosos con la compañía Arenal Teatro, feminista y combativa como es.

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La Marisé d'El corazón|coro de la ciudad la convirtió en un rostro popular en Cataluña y ahora ha dado el salto en Madrid con Acacias 38, donde|dónde interpreta a la malvada Úrsula. ¿Cómo se convive con la fama?

Fantásticamente bien. La gente se te acerca muy educadamente y te muestra mucho afecto. E incluso los que quizás son más agresivos entiendes que es por|para la emoción del momento. Cuando haces una serie diaria entras en la sala de estar de las casas y pasas a formar parte de la intimidad de los espectadores. Ellos oyen que te conocen de toda la vida. De todos modos, yo he tenido la suerte de que esta fama, si se puede decir así, me ha llegado después de muchos años de carrera, cuando ya tienes los pies bien clavados al suelo. Por eso ahora lo 'único que puedo decir es “gracias”. Quiero a la gente que ama el trabajo que hago.

Un trabajo que va más allá de la tele.

¡Voy para|por la tercera compañía de teatro! También he tenido una productora de cine: pocas cosas me dan miedo después de levantar ninguno y arruinarme unas cuantas veces. Soy muy entusiasta, muy inquieta y me gusta mucho mi trabajo: me dejo la piel. No sé estarme parada esperando que suene el teléfono. Cuando no he tenido trabajo me lo he generado yo misma. Pero no hago teatro sólo para|por una cuestión estrictamente laboral, sino porque hay textos que he tenido la necesidad de ponerlos en escena. Soy una mujer y una actriz comprometida políticamente. Hay temas que me remueven y oigo|siento la necesidad de llevarlos a escena.

¿Y cómo se alternan estos dos mundos?

Hacer una serie diaria te da estabilidad económica. Hay gente que aprovecha para comprarse un piso, cambiar- se de coche o irse de viaje a Honolulú. Yo me monté una compañía de teatro. Y hacemos obras entre rodajes.

Habla cinco lenguas, lo que le ha permitido trabajar en medio mundo.

Es una de las grandes suertes que he tenido. He trabajado en el Nepal, China, África, toda Europa, Estados Unidos... He rodado en el Tíbet a 5.000 metros de altura; en|a el Senegal a 140 km de Dakar... y también a los estudios de Universal Pictures, en Hollywood. Poder trabajar a fuera te abre mucho, te hace crecer. Hablo francés, alemán e inglés, aparte de catalán y castellano.

¿Se ha planteado marcharse en este contexto de crisis?

Es lo que había hecho siempre. Porque no es la primera crisis que sufrimos, pero sí la más global. Después del 92, por ejemplo, nos moríamos de hambre. Pero como en Barcelona no ponía el plato en mesa|tabla, me fui a trabajar a Alemania, Francia, Suiza... ¡Ahora, o te vas a la luna o no comes ciruelas! La crisis está muy duramente instalada. Y costará mucho volver a levantar un tejido de estructura laboral que nos permita vivir de nuestro trabajo. La cultura ha sufrido mucho. No se supo ver que, junto con la sanidad y la enseñanza, tenía que ser una prioridad de país. Son los tres puntales para hacer que una sociedad avance.

Pero trabajo, ahora, no le falta.

Hace casi dos años que interpreto a Úrsula, una mezcla de Mrs Danvers, de Rebecca; la loba de Bette Davis y Bernarda Alba de Lorca. Es un personaje muy victoriano, de contención absoluta. Es un trabajo de estar muchas horas en casa delante del espejo, pura construcción. Una mala con muchos matices.

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