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Noventa y un días y 40 noches

Dos afectados por la Covid-19 explican sus experiencias, uno tras pasar más de tres meses en la UCI y otra después de un mes y medio confinada en casa mientras sufría los efectos del virus || Pep aborda la recuperación para poder volver a caminar y retomar su vida de antes de la pandemia

Noventa y un días y 40 noches

Noventa y un días y 40 nochesJ.A.

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El virus de la Covid-19 no ha golpeado a todos por igual.Entre los que lo han padecido están los que no se han enterado de nada, los asintómáticos, que solo han tenido que estar confinados en sus casas, como mucho con síntomas leves, ya que son una fuente de contagio. En el otro extremo están los que desgraciadamente han perdido la vida, 290 personas en Lleida y, en medio, los que en mayor o menor grado le han plantado cara y han podido contarlo.

Algunos han pasado largas estancias en el hospital y ahora comienzan a ver la luz al final de una larga batalla; otros han estado ingresados y son parte de las estadísticas de altas hospitalarias y otros han pasado la enfermedad en casa, algo que puede parecer más cómodo pero no por eso menos angustioso.

Este reportaje recoge los testimonios de Pep, jefe de publicidad de SEGRE, que pasó 91 días en la UCI; y de María, periodista de este diario, que lidió con 40 noches de miedo confinada en casa. Lo que no te mata te hace más fuerte. Superar el Covid da otro enfoque y ánimo para afrontar las secuelas. Te hace un luchador porque pasarlo no significa que no puedas volver a padecerlo y hay que estar alerta y vivir con cuidado. Como dijo Bertolt Brecht, hay quienes luchan un día y son buenos, los que luchan años son mejores, pero los que lo hacen toda la vida son los imprescindibles.

«Si he llegado hasta aquí puedo seguir adelante y recuperarme»

Pep Pon. Jefe de publicidad de SEGRE

“Si he podido llegar hasta aquí puedo llegar mucho mas lejos, seguir adelante y recuperarme. Lo único de lo que tengo ganas es de ir a mi casa y poder abrazar y estar con los míos, con mi familia. Me emociono y me quedo con un hilo de voz, no es que tenga mucha para poder contar mi batalla contra el virus, he estado entubado muchas semanas y me han hecho una traqueotomía. Por delante tengo largas semanas de recuperación. Después de 91 días en la UCI, 85 sin enterarme de nada, ahora también me he quedado sin fuerzas ni musculatura. No puedo hacer nada solo, para todo necesito enfermeras, celadores y a mi mujer. No tengo fuerza en las manos, con la derecha apenas me llego a la boca y con la izquierda a la cabeza, por eso me tienen que dar de comer. Puedo estar sentado, pero no me tengo en pie. Empece a sentirme mal a mediados de marzo, con fiebre, pero no tenía sensación de ahogo. Llamamos al 061 y seguimos el protocolo de Salud, pero el día 24 me puse a 39 y fuimos al Arnau. Desde entonces perdí la noción del tiempo hasta que el 7 de junio comencé a despejarme, aunque no mucho porque seguía sedado. El 22 de junio salí dela UCI después de 91 días en la Unidad de Cuidados intensivos. ¡Todo un récord!. Recuerdo que a finales de mayo me encontré un poco más despejado, intenté grabar un vídeo para mi familia y mis compañeros de trabajo pero recaí. Además de una neumonía bilateral que me dejó los pulmones como dos piedras he hecho frente a varias infecciones y estuvieron a punto de hacerme diálisis. Tengo un grato recuerdo de la salida de la UCI con el personal sanitario haciéndome el pasillo. La verdad es que los médicos y enfermeras se han portado excelentemente y estoy muy contento y agradecido, sobre todo porque también me queda un largo proceso de recuperación. Tras unas semanas en la planta de Covid el pasado 27 de junio me trasladaron al hospital Santa María donde estoy haciendo la recuperación. Por las mañanas me levantan de la cama para comenzar a hacer una rutina de ejercicios. Sé que me quedan semanas muy duras pero seré capaz de afrontarlas para recuperar mi vida normal, tal y como era antes de pasar por esta pesadilla”.

«Ahora las secuelas me asustan más que la enfermedad»

Maria Molina. Periodista de SEGRE

“El 23 de marzo me puse el termómetro porque tenia dolor de cabeza y me encontraba mal, pensaba que era cansancio pero ahí estaba, 38,5º. No pensé en el Covid, creí que eran anginas o enfriamiento. Al día siguiente se sumó un dolor de garganta extraño y llamé al 061. Me di- jeron que tenía los síntomas de la enfermesad y que me aislara en casa. Al día siguiente llamé al CAP bastante asustada porque ni olía y todo tenía muy mal sabor. La fiebre, pese al paracetamol, duró hasta el 7 de abril . Quería hacer un test para salir de dudas pero en el centro medico no había en esos días y los médicos que me hacían el seguimiento me remitían al Arnau. Según sus consejos, era mejor no ir si no mostraba problemas para respirar, y yo no los tuve. El 8 de abril ya pensaba ir al hospital si no remitía la fiebre pero ese día ya no tuve por lo que seguí confinada en casa. Fueron 40 días de enfermedad y también de algo que no había experimentado nunca: ansiedad. La gente moría, la curva no se aplanaba y yo soy muy aprensiva. Quedaron otros 15 días de recuperación hasta que el 4 de mayo me reincorporé al trabajo. Me quedó de secuela bastante fatiga y dolor de huesos, y todavía hoy me crujen. Tuve que ir al dentista porque se me aflojó algún implante. De hecho, ahora las secuelas me asustan más que la enfermedad. Finalmente, a primeros de junio me hicieron los análisis que corroboraron que tengo anticuerpos del Covid, así que no fue ninguna fantasía. Lo malo es que haberlo pasado no me exime de pasarlo otra vez. Seguramente no con tanta carga viral, pero es igual, el miedo se te queda en el cuerpo porque está visto que en menor o mayor grado siempre deja su poso. De hecho, ese último análisis revela que tengo que revisarme la tiroides.

Noventa y un días y 40 noches

Noventa y un días y 40 nochesJ.A.

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