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Patologías mentales: la epidemia invisible

Seis de cada diez personas las sufren o las han sufrido a causa de la Covid || Son sobre todo casos de ansiedad y miedo

Imagen de esperanza de la Associació Alba de Tàrrega.

Imagen de esperanza de la Associació Alba de Tàrrega.AMADO FORROLLA

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El diputado de Más País Íñigo Errejón puso sobre la mesa el pasado miércoles en el Congreso el drama que constituyen los problemas mentales derivados de la pandemia, con seis de cada diez personas que los padecen o los han padecido, sobre todo en forma de ansiedad, miedo y depresión, y con la escalofriante cifra de diez suicidios cada día en España. Mientras Errejón estaba dando estas cifras, el diputado del PP por Huelva Carmelo Romero le daba la razón gritándole “¡Vete al médico!”, un comentario impresentable que prueba hasta qué punto la Covid, efectivamente, hace estragos en la salud mental.

“Resulta obvio que un hombre que hace ese comentario necesita ir al médico, concretamente al psiquiatra”, apunta Àngel Pedra. Sabe de lo que habla.

Este psiquiatra explica que el hospital Santa Maria de Lleida ha tenido que crear una unidad para atender patologías mentales poscovid. “La pandemia ha cambiado todas nuestras costumbres y eso tiene consecuencias.

Somos seres sociales y necesitamos el contacto, y las limitaciones provocan problemas de angustia, de depresión, de incertidumbre”, explica Pedra a este diario. Y añade: “los problemas de los adultos los viven también los menores.

Hay un rebrote de trastornos alimentarios, que últimamente se habían estabilizado. También de autolesiones de adolescentes para controlar la ansiedad.

Y se han incrementado las tentativas de suicidio y los casos de violencia paterno-filiales. El aumento de horas de convivencia en casa y la imposibilidad durante muchas semanas de hacer deporte son factores que han contribuido a aumentar estos problemas”.

Las cifras avalan las afirmaciones de Pedra. Según el programa Codi Risc Suïcidi, implantado por varios hospitales catalanes, en 2020 aumentaron un 27% los intentos de suicidios de menores.

En este sentido, el psicólogo Xavier Amat, de Orum Center, comenta que “los niños y los jóvenes han sido colectivos muy perjudicados este último año porque están en una etapa evolutiva. Es lógico que sufran desmotivación o ansiedad a pesar de que sean unos cracks y se adapten a todo”.

Amat añade que “muchos jóvenes piden a sus padres que los lleven al psicólogo y esto es bueno para romper estigmas”. En cuanto a los problemas que comentan los pacientes, Amat comenta que “la ansiedad, el pánico o la depresión son algunos de ellos.

El virus ha conllevado muchos más casos, y los que ya había antes se han agravado, con cuadros más complejos”. Este psicólogo asegura que “esta situación que vivimos tendría que representar un aumento de técnicos y especialistas para que se atiendan todos los casos, porque ahora estamos desbordados”.

Amat plantea la siguiente reflexión a modo de conclusión: “los problemas de salud mental son otra pandemia que pasa desapercibida porque es silenciosa”..

¿Han aumentado mucho las patologías por la pandemia?

Un diputado del PP demostró en el Congreso que la Covid hace estragos en la salud mental

Sin duda. En el hospital Santa Maria de Lleida se ha creado una unidad poscovid para atenderlas. Se trata sobre todo de ansiedad, miedo y estrés postraumático. También depresiones. Lo tratamos a base sobre todo de psicofármacos y psicoterapia, pero a veces eso no sirve.

¿A qué se refiere?

A que en algunos casos las patologías son consecuencia de la pérdida de trabajo y de la falta de recursos económicos, y ahí poca cosa se puede hacer con fármacos. Los problemas de los adultos los viven los menores. Ha habido un rebrote, por ejemplo, de los trastornos alimentarios.

¿Cómo ha afectado la pandemia a la salud mental?

Como cuando prendes gasolina a un fuego. Ha sido un acelerante. Hay más casos y los que había se han agravado. Ansiedad, pánico y depresión son los comunes.

¿Qué recomienda?

Que aquellos que tengan síntomas no duden en pedir ayuda a un profesional. Hay que romper el estigma de acudir al psicólogo o cualquier otro profesional. Los problemas de salud mental son una pandemia silenciosa.

¿Los jóvenes han sido muy perjudicados?

Son unos cracks porque se adaptan, pero han sufrido un gran perjuicio este último año en su etapa evolutiva.

El 13 de marzo de 2020 cerraron todos los centros educativos. La amenaza del coronavirus dejó de ser abstracta y se volvió muy real, pero nadie podía imaginarse que en cuestión más de horas que de días la vida de millones de personas iba a dar un vuelco.

Todo se precipitó en un tiempo récord. Se decretó el estado de alarma y palabras como ‘confinamiento’ o ‘teletrabajo’ pasaron a formar parte de nuestro vocabulario habitual.

Empezaban lo que el periodista y escritor Carlos del Amor describió con el título de una canción de Vetusta Morla, “los días raros”. El momento de sacar la basura se convirtió en lo más parecido a salir un sábado por la noche y la única vida social que se tenía era cuando a las ocho de la tarde, al ritmo de Resistiré del Dúo dinámico, se salía al balcón a aplaudir al personal sanitario que libraba la lucha contra la pandemia desde la primera línea.

La psicóloga y profesora de la UdL Rosa Maria Pérez advertía ya entonces que lo fácil eran esos primeros días. “Todavía estamos en la fase de descubrimiento.

Más adelante habrá que lidiar con la incertidumbre de no saber cuándo acabará esta crisis, que puede ser angustiosa”. Y así fue.

Las primeras semanas de confinamiento, cuando a pesar de estar encerrados en casa se tenía el convencimiento de que ese esfuerzo serviría para frenar el contagio de la Covid-19, se agotó la levadura en los supermercados de tantos panes y bizcochos caseros que se elaboraban. Otros (otras, más bien) se dedicaron a coser mascarillas porque no había otra manera de protegerse.

En las ciudades, comunidades de vecinos que apenas se conocían se convirtieron en grupos de amigos que organizaban fiestas de disfraces o ensayaban coreografías desde los balcones. Fue el caso de Anna Tomàs, de Mollerussa.

Vive en Barcelona y solo intercambiaba un saludo educado con sus vecinos cuando se los cruzaba en el portal. Al poco del confinamiento todo cambió.

Hasta le organizaron una fiesta sorpresa de cumpleaños con pastel incluido, que le llegó dentro de un cesto atado a una polea. Para las personas que vivían solas el reto fue superior.

El secreto era organizarse y respetar unos horarios “para no acabar loco”. Era importante, según Pérez, no hacer planes a corto ni a medio plazo “porque sería frustante”.

Eso se pudo comprobar en el Segrià en verano, cuando se decretó un segundo confinamiento que ya no fue tan bien tolerado. El “tot anirà bé” dio paso al cuestionamiento de las restricciones.

“En marzo nadie sabía qué pasaría y había expectativas. Aunque se alargaran los confinamientos, el horizonte siempre estaba a 15 días vista y la lucha contra el virus era compartida”.

En verano ya se sabía qué pasaría. Y en otoño.

Ya nadie tuvo ganas de seguir haciendo pasteles. Las vacunas dan un poco de esperanza, pero a un ritmo que no es el deseado.

Se impone la resiliencia para superar estos largos “días raros” que solo habíamos visto en películas de ciencia ficción..

«A veces los psicofármacos no sirven» «Hay otra pandemia silenciosa que es la de la salud mental»  

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