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Gregorio Luri: «No hay pensamiento crítico sin saber leer ni escribir bien»

Este prestigioso pedagogo, que lleva más de 40 años en Catalunya, afirma que los cambios educativos igualan el nivel por lo bajo y que no hay aprendizaje sin esfuerzo

«No hay pensamiento crítico sin saber leer ni escribir bien»

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Muchos directores de Secundaria critican el nuevo Bachillerato. ¿Cuál es su valoración del mismo?

No pongo en duda la buena intención del departamento y de la Lomloe [la actual ley educativa], pero en política no es suficiente. Las leyes no viven en los papeles, sino en la convicción de la gente que las aplica. Y cuando tocas mucho las leyes, como sucede con las de educación, la impresión que tienen los centros es que todas son provisionales.

Un director me comentó que en otros países europeos en el nivel equivalente al Bachillerato hay un alto grado de exigencia, en lugar de pretender que la gran mayoría de alumnos lo aprueben.

Estamos igualando por lo bajo. Es lo que hace que en este momento de notable descenso demográfico las escuelas que no tienen ningún problema de matrícula son las privadas, no digo las concertadas, sino las privadas, que crecen. Además, los datos indican que las familias dedican cada vez más recursos a las extraescolares de sus hijos porque creen que la educación en la escuela no es suficiente.

¿Cree que los políticos priorizan que todos los alumnos aprueben?

No se dan cuenta de que la intención de que la escuela sea un lugar donde haya un aprendizaje fácil y alegre está bien, pero antes o después deberemos decir a los alumnos que hinquen los codos, porque sin esfuerzo no hay aprendizaje. Toda la carga recae sobre los profesores, que han poner el interés, pero si no está correspondido por un esfuerzo del alumno no hay aprendizaje de verdad.

¿Se va en el sentido contrario?

Creo que sí, veo que todos somos muy buenos y queremos la felicidad. Cuando digo que no hay un sustituto tecnológico de los codos, siempre hay alguien que me dice que debemos hacer es que los niños sean felices, como si conseguir la felicidad fuera posible sin esfuerzo. Una felicidad de panxacontenta, ¿quién la quiere? Hay un dato indiscutible: un niño que entra a los 3 años en el sistema escolar y sale a los 16, si no ha tenido un complemento de inglés, ¿acaba dominando el inglés?

Si estas cuestiones son tan evidentes, ¿por qué las directrices van en sentido opuesto? Hay una visión de la pedagogía que piensa que lo que no haces no se aprende, como si el conocimiento tuviera alguna propiedad que le impida ser transmitido. Parece que lo que importa no es lo que sabes, sino lo que puedes hacer con lo que sabes. Las competencias están muy bien, pero si no tienes el conocimiento difícilmente serás competente. Hemos puesto el carro delante de los bueyes y hemos priorizado las competencias por encima del conocimiento. No podemos pensar sobre conocimientos ausentes.

¿Cómo ve el futuro del sistema educativo catalán?

Hay alguna cosa en Catalunya que nos anima a que la escuela deba ser rupturista y nos olvidamos de lo básico, la cultura literaria y científica. Vayas donde vayas, todo el mundo te dirá maravillas sobre el pensamiento crítico, que nos interesa que los alumnos lo tengan, pero no puede haber pensamiento crítico en gente que no sabe escribir, porque para desarrollarlo debes saber exponer una idea. Mis datos indican que uno de cada cuatro alumnos acaba la educación obligatoria con problemas muy graves de comprensión lectora y de escritura.

Le pueden decir que todo está en internet, o que la inteligencia artificial puede escribir sobre todo.

Se dice que tenemos que trabajar por competencias porque estamos en un mundo cambiante, pero estoy convencido de que la principal competencia del futuro es la escritura. Si tienes una idea y escribes sobre ella, a medida que lo haces la refuerzas o ves que no tienes suficientes argumentos. El trabajo de reflexión sobre ti mismo, de descubrir tus límites, lo haces con la escritura. Si realmente queremos gente crítica, con capacidad de análisis, necesitamos alumnos que sepan leer para aumentar su vocabulario y que sepan escribir. Habría que preguntar a los padres cuántos niños de 12 o 13 años creen que son capaces de leer El zoo d’en Pitus, que ellos leyeron a esta edad.

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