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Once horas duró el registro en el ayuntamiento de Almacelles, y no es el primero que sufren allí, pero sí el más largo con diferencia. El alcalde, Josep Ibarz, explica que cuando llegó a las ocho de la mañana y se identificó lo primero que le pidieron fue el móvil y luego estuvo toda una jornada viendo cómo se llevaban cajas. En el pueblo, la expectación fue inusitada, tanto que uno de los bares de la plaza, a la vista de la gente que se congregó, decidió no cerrar al mediodía. Quienes participaban en el registro, una veintena de personas, no tuvieron tiempo para ir a comer y se conformaron con los bocadillos que les trajeron desde Lleida. Y la anécdota la protagonizó un vecino que fue al consistorio a pedir un certificado y se encaró con el guardia que le decía que ayer no atendían.

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