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Rajoy no cambia

Rajoy no cambia

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Habló mucho Mariano Rajoy, en su última comparecencia del año, de diálogo y de pactos. Pero seguimos sin saber cómo piensa el hombre que nos gobernará durante 2017 agarrar por los cuernos a los diversos toros que andan sueltos por la plaza: cómo se harán las cosas con Catalunya, cómo encarar la “era Trump”, cómo las reformas constitucionales (no, no le gusta nada la idea, ya lo sabíamos), cómo vamos a recuperar el protagonismo europeo, cómo van a ser los contactos con socialistas y Ciudadanos... En fin: cómo diablos piensa ejercer la responsabilidad –limitada– que sin duda le dimos los españoles primero el pasado 20 de diciembre y luego el 26 de junio.

El caso es que Rajoy sigue pedaleando en solitario, por incomparecencia de los demás ciclistas. Aunque, eso sí, ofrece la imagen de que está “cediendo”, como él dijo en su encuentro de este viernes con los periodistas. Bueno, algo cede, sin duda, para que le aprueben los Presupuestos; no mucho más. En el fondo le ha ido tan bien, ha visto con tan sigiloso placer pasar ante su puerta el cadáver de alguno de sus enemigos, le tratan tan respetuosamente en la Europa maltratada que, como él insiste, ¿para qué cambiar si todo marcha a pedir de boca?

Sobre Catalunya dice siempre lo mismo: no y no a cualquier proyecto de referéndum ni a cualquier plan secesionista. ¿Es así como se encara un diálogo con los irredentos separatistas? No entra el presidente en mayores profundidades, por ejemplo en la consideración de “salidas intermedias”, como la que plantea una inteligente interpretación del artículo 152.2 de la Constitución. Todo eso, para Rajoy, son líos. Y hay que admitir que, con su afán de no meterse en líos, no le va nada mal al presidente. Yo diría que, a nivel de sus contactos con los medios, Rajoy acabó el año como lo empezó, y mira que han pasado cosas en 2016: callando mucho más que diciendo. Y así, de manera anodina, concluía el presidente un año casi triunfal, pese a todo. E iniciaba otro año que quién sabe lo que va a depararnos, Donald Trump incluido. En fin, solo cabe desear, por nuestro bien, acierto a Rajoy en algunas de las misiones que le van a caer encima. Que nos aburra o no es, desde luego, secundario: basta con que acierte. Aunque a veces sea un peñazo.

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