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¿Impeachment a Trump?

¿Impeachment a Trump?

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Contemplo con cierto optimismo el año que comienza. Sobre todo si lo comparamos con el pasado, tan lleno de desmanes. En cambio, debo decir que mi pesimismo sobre un empeoramiento del clima internacional se ve cada día que pasa cimentado en hechos concretos. Me pregunta mi jefe y amigo Carlos Herrera qué les he pedido a los Reyes Magos. Y le he respondido que mi mayor deseo sería que nos traigan a todos un rápido impeachment que nos libre de Donald Trump, cuya inminente asunción de la presidencia del país más poderoso del mundo constituye una pesadilla para las cancillerías, para las grandes y pequeñas empresas y, en general, para cuantos creemos que el planeta debe regirse por los principios de libertad, igualdad y fraternidad. A Trump, que no creo que base sus actuaciones en estos tres principios, no me parece que le gusten mucho los Magos. Primero, porque vienen de Oriente, y eso es cosa que a él le ofrece sensación peligrosa: me da que no sabe distinguir entre Irak y el Líbano. Segundo, porque entre ellos hay un negro, y sabido es que la igualdad de razas no es algo que figure en su ideario. Y tercero, porque a Belén llevaron oro, incienso y mirra, que son elementos que Donald quisiera monopolizar. Estoy seguro de que los Magos estarían encantados de propiciar una patada en salva sea la parte a este peligro inminente para la estabilidad del orbe. Pero, aún con todo su mágico poder benéfico, dudo de que los tres fabricantes de las ilusiones sean capaces de llevar adelante la única manera como nos podríamos deshacer del fantoche. El impeachment, ya digo. Nunca reprocharé a los electores su voto, solo faltaría. Pero empieza a ser urgente enmendar el evidente error que fue elegir a este personaje: ese tipo nunca actuará con la prudencia y el sentido común que la responsabilidad de llevar el maletín nuclear impone. Es un caso perdido. Por eso pido el impeachment. Porque ni siquiera ellos son capaces de lograr lo imposible y, en cambio, una declaración de indignidad –o de falta de idoneidad por motivos psíquicos, vaya usted a saber– se me antoja cada día que pasa, ante cada nueva metedura de pata trumpiana, más probable. Todavía no ha llegado y ya estamos deseando que se vaya, maaaadre mía...

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