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Error, inmenso error

Error, inmenso error

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Pues naturalmente que hay que cumplir la ley y los dictados del Tribunal Constitucional, ahora, por cierto, en remodelación. Pero uno siente que por dentro le crece la impresión de que algo estamos haciendo mal, muy mal, con nuestras leyes y nuestros dictámenes del muy alto Tribunal, porque estamos consiguiendo, del lado de acá, empeorar las cosas.

No, no me ha parecido acertado inhabilitar primero a Artur Mas, a Rigau y a Ortega, luego a Francesc Homs, aunque sea por un tiempo limitado: se presentan ahora en Cataluña como adalides de la independencia. Unos héroes que no pasarán de políticos mediocres a las páginas de la gran Historia. Y lo mismo ocurrirá con los miembros del Parlament que, lógicamente, también tendrán que ser inhabilitados, comenzando por la presidenta de la Cámara, por amparar y votar a favor del referéndum secesionista que sigue su marcha, imparable... e imposible.

¿Acabaremos por inhabilitar a más de la mitad del Legislativo y a todo el Ejecutivo catalán? Menudo error. Será divorciar del todo a la clase política no constitucionalista con “Madrid”. Y crear el caldo de cultivo para que siga la desobediencia, ya casi convertida en rebelión. ¿Seguiremos los dictados de los “halcones” capitalinos, que piden que ni siquiera se permita a Puigdemont hablar en el Senado, una vez que ha rechazado ir a una comisión de la Cámara Alta a debatir con populares y socialistas?

Creo que, a golpe de Código Penal, estamos dejando pasar la hora del diálogo.

Todavía creo en soluciones imaginativas –pasando por un referéndum constitucional, al amparo del artículo 152.2 de la ley fundamental, previa reforma del Estatut–, que impliquen la generosidad de los partidos no independentistas y del resto de las Comunidades Autónomas españolas: hay que aceptar que España –España, sí– es un país –sí, un país, uno– heterogéneo, muy heterogéneo. Y, a estas alturas, lo único que digo, porque me sale del alma, es que las amenazas de aplicación del artículo 155 de la Constitución, los llamamientos a la “mano dura”, incluso a desmontar hipotéticas urnas ante un referéndum, no hacen sino empeorar las cosas.

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