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Hay que reconocer la valentía del Instituto Vasco de la Mujer, recuperando la censura en las letras de las canciones, que me ha rejuvenecido, y que me ha llevado a aquellos años, donde la administración franquista quitaba de un plumazo aquellas letras de canciones que le parecían que no casaban con los ideales del Glorioso Movimiento Nacional.

Según el IVM la letra de Despacito es machista, y es cierto, y recomienda que no se interprete, ni se radie, ni se difunda. Nada que objetar. El problema es que el IVM pretende neutralizar todo aquello que incida en la desigualdad de la mujer y que “no favorecen las relaciones igualitarias, sino que, al contrario, cosifican a la mujer”. ¡Ingente tarea! ¡Descomunal propósito!

Si los objetivos del IVM son serios –y no tengo información contraria– debe abordar algo más que las letras de una simples canciones de moda, y recomendar que no se represente Otelo, de Shakespeare, ni se lea La Dama de las Camelias, de Dumas, ni, por supuesto, se publique en el País Vasco o se pueda adquirir en las librerías Memoria de mis putas tristes, de García Márquez, o muchas de las obras de Camilo José Cela, y, por supuesto, casi todas de Henry Miller.

Si el IVM va en serio, y no se queda en el postureo de unas cancioncillas que pasarán de moda, debe enfrentarse con el escandaloso machismo que aparece en el 60% de las óperas, y, sobre todo, debe combatir a la gran obra machista por excelencia, que es la Biblia y, ya, en una segunda división, el Corán.

Puede que el IVM se tenga que enfrentar con el judaísmo, el catolicismo, el protestantismo y el islamismo, pero suponemos que el IVM no es de esas entidades frívolas amantes de los gestos banales, y que va en serio. Ánimo, y a demostrar el rigor, y que no se van a quedar en la gilipollez de corto alcance.

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