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El Rey, en segunda fila

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Dicen que el protocolo suele ser la fuente de la mayor parte de los conflictos entre los humanos. Si, además, las divergencias protocolarias tienen un marco como el del procés en Cataluña, el disgusto está servido. El Rey, que hizo un dignísimo papel desde los primeros momentos de apoyo a las víctimas y de rechazo al terror fanático, debería estar a la cabeza de esa que se pretende una gran concentración de gente que lo que quiere es más seguridad y menos “politiquerío”.

Puede que la alcaldesa Ada Colau, alegando que son las víctimas y los Mossos, nuevos héroes populares, quienes tienen más derecho a encabezar el acto, relegue a las autoridades para que los de la CUP acepten asistir a la “manifa”.

Cuentan de Antonio Maura que, cuando llegaba tarde a un almuerzo y el anfitrión se disculpaba por no haberle podido situar en el lugar de honor, el político conservador respondía: “No se preocupe usted; allí donde yo esté sentado, será el lugar de honor”. Pues eso: allí donde coloquen a Felipe VI, le buscarán las cámaras.

Sería tremendo que las crónicas de lo que ocurra el sábado en la Ciudad Condal reproduzcan, a escala protocolaria, el lamentable enfrentamiento soterrado que se está viviendo entre los Mossos –más bien la conselleria de Interior de la Generalitat– y los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, que reclaman las mismas condecoraciones en reconocimiento a sus méritos que el Parlament ha dado a los autonómicos.

Cierto, a la actuación de los Mossos d’Esquadra se le ha dedicado creo que merecidos elogios. Han sido lo que tienen que ser: eficaces y resolutivos. Su mayor, Josep Lluís Trapero, con todos sus desplantes, que a mí me duelen, a algún periodista, ha dirigido la investigación y la resolución del caso con pulso firme.

Pero ya ve usted: apenas ha pasado una semana desde que el terror mató a catorce personas y dejó heridas a casi un centenar y la política lo ha impregnado todo, con sus sinrazones, sus fanáticos en pro y en contra. ¿En qué país se exigiría que el jefe del Estado tenga obligatoriamente que ir en la segunda, o tercera, fila de una manifestación que, como esta, se pretende por completo despolitizada? No tenemos arreglo.

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