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El ‘caso Andrea Levy’

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Minutos posteriores a la manifestación por la paz y contra el miedo en Barcelona. A Andrea Levy, vicesecretaria de Estudios y Programas del Partido Popular, los manifestantes, congregados alrededor del set de televisión donde la entrevistaban, apenas la dejaban expresarse: crispada, casi gritaba, como los propios presentadores del programa, en plena plaza de Catalunya, para hacerse entender. Los espectadores, como quien suscribe y otros cientos de miles, estábamos perplejos: tras el improvisado plató, manifestantes blandían banderas republicanas y alguna estelada. Menuda oportunidad de mostrar al mundo la “realidad alternativa” de esos cientos de vociferantes. Dos minutos antes, Pablo Iglesias, que ocupó el set donde luego se sentaría la barcelonesa Levy, había sido aplaudido por esos mismos manifestantes. Que eran, sin duda, el núcleo duro de los que protagonizaron la mayor pitada contra el Rey que se recuerda contra un jefe del Estado en un acto dedicado, en teoría, a recordar a las víctimas de un atentado terrorista producido por la más terrible amenaza contra Occidente. Ahora, este lunes, hay que empezar a meditar sobre las consecuencias del caso Levy, que puede ser el caso Felipe de Borbón. O el caso libertad de expresión. Dijo Puigdemont, el día siguiente del asesino atropello en Las Ramblas, que era “miserable” mezclar el atentado terrorista con el procés que, dentro de treinta y tres días, estallará, en forma de ocho mil urnas, en toda Cataluña. No sé qué tendrá que decir el Molt Honorable President de la Generalitat acerca de lo que ocurrió en la manifestación del sábado. No seré yo quien lance la primera piedra de la acusación, pero había un tufillo de respaldo oficial, u oficioso, tras los carteles que acusaban al Rey por la venta de las armas que sirven al yihadismo para cometer sus crímenes. No, seguramente no fue directamente la Generalitat; ni el Govern, que para eso están las manos ejecutoras de organizaciones paraoficiales como la Assemblea. Pero lo que es indudable es que todos, los del lado de acá y los del de allá, han de entender que la manifestación del histórico día 26 de agosto de 2017, a poco más de un mes del choque de trenes previsible, marca un antes y un después en las relaciones entre ambos.

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