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Más problema que solución

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Se empiezan a escuchar voces alarmadas en algunos medios nacionales y hasta, diría yo, en el mismísimo corazón del Partido Popular. Sí, yo mismo pude oírlas este domingo, cuando se conoció que Puigdemont permanecía retenido por la policía alemana cuando trataba de regresar al santuario de Waterloo. Se complica, piensan no pocos, esto de tener en la cárcel o en la fuga exterior a todos los principales dirigentes del independentismo, que, guste o no, representa a casi la mitad de los catalanes, y mantener, al tiempo, un rostro impenetrable ‘rajoyano’ de ‘aquí reina la normalidad’.No, no reina la normalidad. Puigdemont, en su insensata galopada, y los restantes sediciosos –no estoy seguro de que sean además rebeldes, aunque lo diga Llarena, por perdón–, han podido comprobar la fuerza del Estado: esta semana va a ser de pasión, de verdad, para Puigdemont, y no solo para él y sus incondicionales. También, seguramente, para quienes abominamos de cualquier partición en el territorio español, acatamos las leyes y las decisiones judiciales –las criticamos cuando nos parece, faltaría más– y... pensamos que las cosas deberían hacerse de otro modo.El propio Felipe González, a quien he criticado mucho –más de una vez me ha mostrado su hostilidad–, pero que es el estadista más grande que ha dado, tras Suárez, la transición, lo indicó al presentar el último libro de J. Almunia: ojalá que el juez Llarena no encarcele a Turull y a los demás, dijo (no muchas horas antes de que Llarena los encarcelara), porque al independentismo no hay que encarcelarle, sino ganarle. No, González no hubiese actuado como Mariano Rajoy, entregando las llaves de Cataluña al brazo togado de la ley, y encogiéndose de hombros ante el encarcelamiento –que a mí me parece que al Gobierno central, ansioso de acabar con la aplicación del 155, tampoco le gusta, aunque no lo diga– de casi una decena de líderes y el ‘autoexilio’ de casi otra media docena. La imagen exterior de España se está resintiendo, digan lo que digan los portavoces oficiales, ante todo esto: Europa no acaba de entender la magnitud del desafío independentista contra el Estado, y habla de restricciones a las libertades. Y no parece haber alternativas verdaderamente políticas a la vista.

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