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‘Cumbre’ en La Moncloa

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Pienso que los contactos previos entre La Moncloa y la Generalitat para lubricar el encuentro de este lunes entre Pedro Sánchez y Quim Torra han sido claramente insuficientes. Y no precisamente porque la ministra Batet y la delegada del Gobierno central en Cataluña no lo hayan intentado.

Estos días se evoca mucho la primera reunión entre Adolfo Suárez y Josep Tarradellas, que fue muy mal, pero de la que, a la salida, el ilustre exexiliado catalán manifestó que había ido “como la seda”.

Artur Mas le dijo a quien suscribe, en 2010, que el independentismo era algo “anacrónico”. Dos años después, se envolvía en la estelada. Para colmo, Rajoy se encerró en el no a cuanto tratase de obtener el Govern catalán, y dio todo el poder a los togados.

Así que Sánchez tendrá que transitar con mucho cuidado por la escollera: políticos presos o presos políticos, lo importante es que el encarcelado Oriol Junqueras se alza como interlocutor inevitable en el futuro; los recursos ante el Tribunal Constitucional presentados por el Gobierno central serán otro de los puntos fuertes a tratar con un Torra que viene a Madrid obligado a plantear la inevitabilidad del referéndum secesionista, sabiendo que, expresado de este modo, jamás lo conseguirá. Y está, claro, el caso de los huidos o exiliados, según quién defina el problema, que hasta la semántica nos separa.

El caso es que Sánchez se ha mostrado dispuesto a negociar y Torra –creo que es postureo, pero a saber– se encierra en sus posiciones de máximos, incompatibles con lo que el Gobierno central le puede otorgar.

Y sí, el Gobierno central tiene fuerza para hacer muchas cosas. Hacer decaer recursos ante el Constitucional presentados por el Gobierno Rajoy, por ejemplo. Que la Fiscalía General del Estado haga algo por los presos, aún sometidos a la instrucción de Llarena. Ir propiciando un pacto fiscal y otras ventajas económicas que, sin duda, van a sentar mal a otros presidentes autonómicos, para no hablar de los votantes del PSOE en las otras 16 autonomías.

Lo que Torra puede hacer para que la reunión salga bien es evidente. Lo malo, ya digo, es que entre Torra y Tarradellas hay algo más de distancia que unas cuantas letras.

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