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La crisis del Aquarius 2 destapó un despliegue de vanidades entre Macron y Sánchez en las redes sociales. Ambos se apuntaron el éxito de lograr un acuerdo pionero con seis países para dar acogida a los escapados de Libia, en su mayoría adolescentes del Chad y Sudán. Sánchez fue el primero en atribuirse el mérito pero cuando los presidentes de Francia y Malta le ignoraron en sus comunicados tuvo que salir la vicepresidenta Calvo a bajar los humos. El gran “logro” ha consistido en un acuerdo entre estados, al margen de la UE, entre los de siempre, los únicos con conciencia solidaria, mientras la Europa del Norte y la del Este reciben fondos y miran para otro lado. Nadie quiere ser acusado de xenófobo pero cuando llega la hora del reparto la respuesta es “prefiero que no”.

Y lo mismo, exactamente lo mismo, está ocurriendo entre las Comunidades Autónomas en nuestro país: Andalucía lleva todo el verano solicitando ayuda porque el incremento de pateras ha colapsado sus polideportivos, centros de acogida y escuelas. Nadie responde. A lo mejor Sánchez debería ocuparse de arreglar la solidaridad nacional en primer término, aunque solo sea por ayudar a su compañera de partido Susana Díaz que tiene elecciones a la vuelta de la esquina... ¿o será por eso? ¿Por qué el gesto de Quim Torra ofreciendo Barcelona no puede ni considerarse? En esta extraña negociación entre Estados él quiso demostrar que la república fallida tiene peso en la UE y actúa como tal. Si la hoguera de las vanidades no hubiera desvirtuado el gesto de Macron y Sánchez la acogida múltiple habría resultado el gesto bonito del verano aunque no dejará de ser eso: solo un gesto.

Porque habrá un Aquarius tres, y cuatro, y cinco, e Italia seguirá con sus puertos cerrados y Bruselas de vacaciones, mientras el Tribunal de Derechos Humanos estudia la condena a España por las devoluciones en caliente de inmigrantes en la valla de Melilla. El problema migratorio es tan grave como para que la UE se plantee el modelo futuro de convivencia. Porque, o se logra un acuerdo entre todos para destinar fondos, o esto será el sálvese quien pueda. La ayuda al desarrollo es un concepto olvidado por la crisis y los recortes cuyo precio apenas hemos comenzado a pagar.

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