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Pressupostos

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No, a mí tampoco me gustó la imagen, algo desvergonzada, de Pablo Iglesias firmando una especie de borrador de presupuestos en La Moncloa junto a Pedro Sánchez, ni me gustó demasiado ver, en el papel que nos enviaron desde Presidencia a los periodistas, el logo del conglomerado de Podemos junto al sello oficial del Gobierno. Que yo sepa, no elegí a Iglesias como cogobernante de mi país, ni iba de eso aquella moción de censura que ya debería haber desembocado en elecciones. Y, sin embargo, ese borrador, en realidad un adelanto de programa electoral conjunto, tiene algunos puntos positivos.

Y otros negativos, claro. Ya veremos cómo pagamos la fiesta social que trata de corregir anomalías en uno de los países más injustos de Europa. Pero que había que propiciar, desde un Gobierno de izquierda, avances sobre salario mínimo, correcciones fiscales, pobreza infantil, discapacidad, educación y sanidad, por ejemplo, me parece evidente. Lo que me inquieta es que en ese papel de cincuenta páginas que muchos hemos desmenuzado se contienen referencias quizá atractivas en política, como a la ley mordaza o el maltrato de género, pero que nada tienen que ver con las partidas presupuestarias y sí mucho con una especie de Gobierno de coalición, no formalizado, entre Sánchez y Pablo Iglesias.

Nótese, por favor, que hablo de Sánchez e Iglesias, no de PSOE y Podemos. Que una cosa son los Pablos podemitas y otra distinta los muy homologables y medio depurados Errejón, Bescansa, Jose Manuel López o incluso Teresa Rodríguez. Estoy convencido de que de esta saldremos, tras las elecciones, cuando sean, con una coalición de centroizquierda o de centroderecha, en función de cuanto espabilen los tres actores principales de la locura política española, Sánchez, Casado y Rivera.

Pero, entretanto, no veo del todo mal que, aunque sea de manera tan heterodoxa, se vayan arreglando cañerías. Como las presupuestarias. O lo de Cataluña. Dialogar desde el sistema con los secesionistas puede ser positivo mientras quede claro dónde está la línea roja: aquí no habrá independencia de Cataluña. Luego ya veremos qué ocurre con los nueve presos y los siete huidos, una anomalía que no nos podremos permitir.

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