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Cinco días de infarto

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Ignoro, cuando esto escribo, cómo diablos llegaremos al próximo viernes. Si solamente magullados, pero algo reconciliados, o pilotando dos trenes que chocarán, y con víctimas. Casi a la eslovena, como le gusta al insensato Torra. Tiendo a pensar que el “suflé” irá bajando, hasta quedar en menos, quizá hasta quedar en un encuentro entre el presidente del Gobierno central y el president de la Generalitat, por más que vaya a servir de poco: Torra no está capacitado ya para casi nada.

Pero me gustaría, a pesar de todo, que esa reunión se concretara, porque hablando se entiende, o no, la gente. Creo que hay que agotar las vías de la negociación, sobre todo ahora que Torra, gracias a sus salidas de tono, está en una posición de debilidad incluso entre los suyos. Me consta que hay ya líneas de diálogo abiertas: analicen ustedes las cartas y mensajes que van llegando desde Lledoners, donde Oriol Junqueras y los otros compañeros de infortunio parecen cada día más desesperados ante la hegemonía de la locura de los CDR, animados, quizá ya no, por el mismísimo Molt Honorable President de la Generalitat, manda huevos. Veremos si esa hegemonía de los que se lancen a la calle triunfa en imágenes de revuelta frente a la presencia de miles –¡miles!– de policías que van a aterrizar o desembarcar estos días en Barcelona.

Antes, el jueves por la noche, tendremos a Sánchez y a cinco ministros cenando con el empresariado catalán y con algún conseller, convocados por la patronal Foment. Atención a esa cena. Y Sánchez Llibre está, dicen, atando cabos y deshaciendo nudos gordianos como mejor puede. Una usted a todo esto el inicio, el miércoles, del proceso contra el golpismo independentista, y súmese la huelga de hambre de cuatro de los presos preventivos, y tendremos una panorámica de lo muy, pero que muy complicada que está siendo y va a ser el encaje de bolillos que habrá que bordar si queremos recuperar un poco de esa calma política que parece haber huido para siempre de nuestras playas. Porque puede que para cuando, en enero, en el Supremo se empiece a plantear la libertad (provisional) de Junqueras, que procura mantener ahora una línea equidistante de cierta sensatez, y sus compañeros, ya sea demasiado tarde.

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