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Unos señores de la ONU han hecho un informe sobre el Cambio Climático y han concluido, o al menos eso se ha entendido, que la culpa es de que comemos carne. Confieso que tengo la mayor de las preocupaciones por lo que la contaminación humana está causando al Planeta, a nuestra Madre Tierra y sus consecuencias. Creo que es en efecto un gravísimo problema al que ha de darse respuesta inmediata y seria y que negarlo o minimizarlo es suicida. Otra cosa es el respeto que me merecen los panelistas de la ONU y sus “consejas”. Concluir en que los pedos de los rumiantes son el meollo del asunto o al menor el titular que se extrae de ello no deja de constituir en fondo y forma una gilipollez manifiesta y universalizada.

Pero lo peor llega ya cuando, encima, en la radio lo explica un catedrático de algo de la Complutense, porque el tipo se pone en progre vegano y uno acaba con la impresión de que habría de liquidarse a todo bicho viviente para que no se tiraran pedos malos. Pues ya le digo que mal encaminado va por lo que a España se refiere. Porque si algo se está hundiendo y desapareciendo es los rebaños de nuestros campos y montes con los efectos perversos que ello supone. Entre otros, los incendios. Un par de millones más de ovejas, medio de cabras y un cuarto de vacas y verían como disminuían los fuegos y el número de hectáreas arrasadas.

Los de la ONU y los voceras radiofónicos con título universitario dicen que sus flatulencias sueltan mucho metano que, aparte de lo mal que huele y lo que molesta a las pituitarias delicadas, es maligno. Entonces ¿qué hacemos? ¿Matarlos a todos y darle solo a la lechuga y el rábano? Pues duro con ellos. Pero ojo, que no solo habrá entonces que acabar con los domésticos. Y con los salvajes ¿qué hacemos? Porque a esos hay que cazarlos y eso sí que está muy mal visto por esta tropa educada en Disney.

Aunque ahora que lo pienso algo de positivo puede tener el asunto. Vamos, que me voy a ir de espera jabalinera con la luna, que va para llena, y con la conciencia ya del todo descargada y bendecida nada menos que por la ONU. Y supongo que también, aunque ni lo habrá pensado siquiera, por el listo de la Complutense.

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