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Chicote al·lucinant a Utrecht.

Chicote al·lucinant a Utrecht.

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Alberto Chicote se nos ha vuelto viajero y en la segunda entrega de la nueva temporada de Pesadilla en la cocina se nos ha ido al centro de la holandesa Utrecht para salvar del desaguisado a un restaurante español, de ilustre pasado, discreto presente y oscuro futuro llamado Ele regentado por el inefable Fermín, sudamericano de padres andaluces, empecinado, él y su guitarra, en hacer una juerga cada noche en su local. Como Fermín solo entra en la cocina para animar a los suyos a base de eles y oles, la cosa va manga por hombro; y a última hora, después de brindar en todas las mesas, un desastre. Mal servicio (el dueño con su guitarra estorba más que ayuda) y mala cocina. Chicote alucinó pepinillos, según su popular expresión, con una infame tortilla de patatas y una repelente paella (desde casa, solo con ver los platos, pensamos lo mismo) hasta que se le hincharon las pelotas y mandó la guitarra, para desespero de Fermín, al centro de un canal, cosa que obligó a este a lanzarse vestido al agua para recuperarlo. No se si el Ele tiene cura pero nos divertimos una barbaridad.Alberto Chicote se nos ha vuelto viajero y en la segunda entrega de la nueva temporada de Pesadilla en la cocina se nos ha ido al centro de la holandesa Utrecht para salvar del desaguisado a un restaurante español, de ilustre pasado, discreto presente y oscuro futuro llamado Ele regentado por el inefable Fermín, sudamericano de padres andaluces, empecinado, él y su guitarra, en hacer una juerga cada noche en su local. Como Fermín solo entra en la cocina para animar a los suyos a base de eles y oles, la cosa va manga por hombro; y a última hora, después de brindar en todas las mesas, un desastre. Mal servicio (el dueño con su guitarra estorba más que ayuda) y mala cocina. Chicote alucinó pepinillos, según su popular expresión, con una infame tortilla de patatas y una repelente paella (desde casa, solo con ver los platos, pensamos lo mismo) hasta que se le hincharon las pelotas y mandó la guitarra, para desespero de Fermín, al centro de un canal, cosa que obligó a este a lanzarse vestido al agua para recuperarlo. No se si el Ele tiene cura pero nos divertimos una barbaridad.

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