Antonio García Ferreras (León, 1966) lleva unos días que no cabe en sí de gozo. Su Al rojo vivo está recogiendo no en primicia, porque coincide con otros magazines matinales, pero sí de primera mano la larga lista de escándalos políticos que están recorriendo de norte a sur y de este a oeste, con tendencia a quedarse en el centro, en este país. El periodista, al que parece no importarle el no descansar, se relame de gusto dando paso a enviados especiales a pie de noticia y voz a tertulianos especializados –¡si es que tiene hasta al mismísimo Marhuenda y más a mano que este, ahora mismo, ninguno!– para desmenuzar, con su tono apocalíptico (se nota su pasado por el área de deportes) los escándalos de las diferentes corruptelas que azotan al PP, el tema de los fiscales, las nuevas revelaciones en la trama de la familia Pujol-Ferrusola o, para acabarlo de rematar, ese intento de moción de censura de Podemos contra Mariano Rajoy. Seguro que está poniéndole cirios, no velas, al correspondiente patrono de las exclusivas para que la racha no se apague y pueda mantener las audiencias.
