Quim Masferrer ha tenido que acudir a galope tendido con su Foraster para levantar la audiencia de una alicaída TV3. Es decir, ha adelantado, por orden de la dirección, el estreno de la quinta temporada de su, en principio extraña mezcla entre espontaneidad y teatrillo guionado pero que funciona.
Cinco temporadas de éxito pateándose durante 48 horas los pueblos de Catalunya de menos de 1.000 habitantes aunque haya hecho excepciones con algunos especiales como los dedicados al hospital de la Vall de Hebron, Formentera, los catalanes de Madrid, Mercabarna o el de la pasada semana centrado en la Barceloneta, el peculiar barrio marinero de Barcelona que se resiste a perder su identidad ante el empuje de la modernidad y de los guiris de medio pelo atraídos por los pisos turísticos. Los testimonios recogidos mezclaban decepción y esperanza.
Nos gustó que Masferrer tomara partido en uno de ellos, el de Josep, un soltero de 80 años, que vive en un minúsculo piso con 26 pajaritos que campan a sus anchas. Los especuladores le quieren echar para sus turbias martingalas.
