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Pablo Motos recibiendo el premio.

Pablo Motos recibiendo el premio.SEGRE

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No es un tópico ni una frase hecha: las redes sociales las carga el diablo y las virtudes que atesoran acaban diluidas en manos de quienes, voluntaria o involuntariamente, manipulan, tergiversan, desinforman e intoxican –que algo queda– lanzando un infundio desde la más absoluta impunidad y convierten una falsedad en una postverdad a base de retweets y “me gusta”. Esta semana ha ocurrido un ejemplo palmario de todo esto: El Hormiguero recibió, a través de su presentador, Pablo Motos, el Premio Nacional de Televisión del 2016 de manos de los reyes de España. Los anteriores ganadores habían sido Concha García Campoy (2013), la serie Isabel de TVE (2014) y José Luis Balbín (2015). Hasta aquí todo normal hasta que a algún iluminado se le ocurrió colgar en la red que Motos –no el programa, sino él– había sido galardonado con un inexistente “Premio Nacional de Cultura”. A los pocos instantes las redes ardían y a Motos, sin comerlo ni beberlo, se le ejecutó públicamente en un cadalso virtual. Nadie ha pedido excusas. Pero Motos ya sabe quiénes son sus amigos.

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