Comienza a resultar cansina, por no decir irritante, la fijación (o cabría decir ya sin ambages, odio) que demuestran los espacios deportivos mesetarios con Pep Guardiola, al que se la tienen jurada desde su etapa de máximo esplendor en el Barcelona, oscureciendo al oscuro Madrid del mourinhismo.
La cosa funciona así. Van a Manchester y preguntan a Guardiola su opinión sobre Catalunya. Él da su opinión y rápidamente se lanzan sobre él a degüello. Buscan a alguien que opine lo contrario y lo colocan a continuación con kyrons como “el anti Pep” o “Pep divide al deporte”. ¡Coño, pues no le preguntes, que al fin y al cabo es solo la opinión de alguien que no tiene poder directo de decisión sobre el particular!