Lleva días llamándome la atención un anuncio de un utensilio que se prodiga en las Teletiendas televisivas sin que nadie de los que supuestamente velan por nosotros –por otras cosas da la sensación que sí están mucho más alerta, sobre todo si atentan contra nuestra salud ideológica o espiritual– haya movido un dedo pese a lo siniestramente peligroso que parece. No sé si se han fijado en la promoción del Bavarian Edge, un afilatodo por 29,90 euros la unidad que si lo piden enseguida te regalan una segunda y, si actúas con celérica presteza en descolgar el teléfono o abrir internet, le salen por la patilla los gastos de envío. Si ya es sospechoso que afile cualquier tipo de cuchillo romo dejándolos como catanas de samurái en perfecto uso, lo que pone los pelos como escarpias son los ejemplos del más difícil todavía que aparecen en pantalla. Una paleta de untar mantequilla se transforma en un arma letal que corta hasta un zapato, y una tarjeta de crédito pasada por el afilador cortante que lo mismo desmenuza un tomate que una yugular. Y lo siguen emitiendo. Palabra.
