¡Qué buenos son los jefes!

Nunca nos han acabado de gustar formatos como los de El jefe infiltrado, que en Atresmedia va ya por su tercera temporada después de adaptarlo de una idea venida desde los Estados Unidos. No nos gusta porque básicamente no resulta creíble que un jefe sea capaz, por muy disfrazado que esté, de infiltrarse entre los empleados y que nadie se aperciba de las cámaras, focos y micrófonos colocados en lugares específicos. Tampoco ayuda que nada sea en directo, sino producto de un elaborado montaje, y quién sabe si de un interesado guionado. Pero lo más sorprendente, al menos es la sensación que nos produce en casa, es la imagen de buenazo, comprensivo e indulgente que se otorga al jefe. No solamente comprende los fallos y perrerías de los empleados, sino que, además, los recompensa con magnánima generosidad. En el primer capítulo de la temporada en La Sexta, en una empresa que se dedica a la crianza y manipulación de carne de vacuno, había tantas infracciones que lo extraño es que la inspección de trabajo no haya actuado ya de oficio tras su visionado.