Viajando con el Tour

El Tour de Francia, la mejor prueba por etapas del ciclismo mundial, posee muchas virtudes. Desde su vertiente deportiva hasta su capacidad para provocar placenteras cabezadas en el sofá, de indudables efectos terapéuticos a la hora de máximo calor del verano. Pero es que, además –y eso es lo que más nos gusta en casa, hasta el punto de perdonarles a Carlos de Andrés y Perico Delgado, las voces de TVE en la ronda francesa, que hagan los comentarios desde el cómodo y fresco plató en vez de patearse las carreteras galas (cosa del presupuesto)– es que cada etapa supone una impagable (que se paga, la verdad) promoción turística de cada zona por la que discurre la serpiente multicolor, expresión ya en desuso como la de los esforzados de la ruta, que tampoco estaba nada mal. El caso es que gracias a las imágenes aéreas de la carrera vemos paisajes, monumentos y rincones que invitan a disfrutarlos una vez haya pasado la vorágine de la carrera, que en esta edición presenta la novedad de poder identificar, en el pelotón, a todos los favoritos en cualquier momento de la etapa.