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Eva Hache, en Artajona.

Eva Hache, en Artajona.SEGRE

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El principal problema de La paisana (la temporada anterior se denominó, por razones obvias, El paisano, con Pablo Chiapella) es que, aun siendo de la misma productora, no es El foraster. Parece una tontería, así a bote pronto, pero no lo es. Ni el inefable Amador de La que se avecina ni ahora Eva Hache (Segovia, 1972) consiguen empatizar con los vecinos del pueblo al que visitan como lo hacía Quim Masferrer. Ni su “sois muy buena gente” final suena igual. Es cierto que se destacan las curiosidades de la localidad visitada y se destilan dosis de buen humor, y todo es bonito y precioso, pero el monólogo final suena falso. Incluso las risas que aparecen forzadas. Se echa de menos la socarronería, la conyeta tan catalana con la que Masferrer interpelaba a los vecinos. Eva Hace, es cierto, es una avezada monologuista, pero sobre el escenario parecía estar más en El club de la comedia que en Artajona, pueblo navarro con el que debutó. De ahí su baja audiencia. Y, por cierto, alguien debería decirle que no hace falta ir de rústica en el programa.

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