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Tamara Falcó en el programa.

Tamara Falcó en el programa.SEGRE

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Al final va a resultar que, si no existiera, habría que inventarla, porque Tamara Falcó (Madrid, 1981), con su eclecticismo llevado al máximo, se ha convertido en la auténtica estrella de la presente edición del MasterChef Celebrity de La 1. Cocinar no sabe demasiado (se nota que ha entrado poco en la cocina), pero la hija de Isabel Preysler y de Carlos Falcó, marqués de Griñón y Grande de España, se pone a la audiencia en el bolsillo con su mezcla entre hablar pijo, su ingenuidad y su defensa a ultranza del catolicismo, que la convierten en un espécimen único que provoca empatía sin proponérselo. Sus frases en el programa darían para un verdadero compendio. Las últimas en la entrega de esta semana, en la que los concursantes debían matar un crustáceo, desmenuzarlo y cocinarlo. La única que lo hizo como si nada destacando que “lo bueno de ser cristiano es que nos preocupa matar a un bicho. Los humanos estamos en lo más alto de la pirámide de la vida”. Y aún añadió que no le daba más importancia al hecho porque “no volveré reencarnada en una langosta”. Aquí queda eso.

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