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Carlos Marqués-Marcet, triunfador.

Carlos Marqués-Marcet, triunfador.SEGRE

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Entrega de premios y entretenimiento televisivo es un oxímoron. Más allá de saber quiénes son los ganadores, las ceremonias suelen resultar excesivamente largas y tediosas. Pasa con los Goya e incluso con los Oscar pese a sus elevados presupuestos para las ceremonias. Los Gaudí de este fin de semana, por desgracia, no fueron una excepción. Es más, los Feroz o los Forqué, quizá por su sencillez y menos ínfulas, resultaron mucho más ágiles y, por ende, más entretenidos. La noche del cine catalán fue interminable –el tema de los farragosos agradecimientos sigue siendo su asignatura pendiente– y le faltó ritmo, quizá porque los responsables se obcecaron en que pareciese una gala teatral más que cinematográfica, todo un contrasentido. La ceremonia más paritaria que se recuerda, ahí sí que se hiló fino, quedó eclipsada por otro de los grandes problemas de los Gaudí que se arrastra edición tras edición: el no haber explicado de manera adecuada todavía la diferencia entre “cine catalán” y “cine en catalán”, lo que provoca que algunos de los premios chirríen cosa mala.

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