Esta última semana se ha cerrado en falso la temporada de El paisano en La 1. La culpa es del coronavirus. Jorge Cadaval grabó el programa a finales de febrero en Mojácar, el paradisiaco rincón almeriense. Pero una vez editado ya no pudo regresar, en marzo, al Centro de Usos Múltiples de la localidad para efectuar el clásico monólogo ante todos los vecinos de Mojácar. Tuvo que hacerlo desde su propio domicilio. Y, claro está, aplazamiento de El paisano hasta nueva orden. Por cierto, que nos hizo gracia la entrevista al Churrío, emblemático vecino que aseguraba que departía a diario con Walt Disney, al que definió como un mojaquero más. Es cierto que Cadaval ha mejorado el programa, en imagen y audiencia, en relación con sus antecesores, Pablo Chiapella, Eva Hache y Edu Soto, quizá porque el cincuenta por ciento de Los Morancos es mucho más popular que los anteriores presentadores, pero con todo no llega ni a la proximidad ni a la empatía con los vecinos de nuestro admirado Quim Masferrer en la versión catalana, y original, de El foraster.
