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JUAN ANTONIO VALERO CASADO

Auto sobre La Manada. ¿Es justa la justicia?

Uno de los miembros de La Manada durante su comparecencia en un juzgado de Sevilla.

Uno de los miembros de La Manada durante su comparecencia en un juzgado de Sevilla.EFE

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Hace unos días, nos decía Iñaki Gabilondo en su espacio de opinión matutina de la cadena Ser, en referencia al auto de la Audiencia de Navarra por el que se dictaba la libertad provisional de los miembros de La Manada, una vez que abonen los 6.000 euros de fianza fijados por la Sección Segunda de la citada Audiencia de Navarra, que nuestra sociedad tiene un problema muy serio si los condenados no tienen conciencia de haber hecho nada malo, ni se arrepienten de nada porque para ellos lo que pasó fue normal.

Y es que, para ellos; esa “normalidad” es aquella en la que el sexo es una fiesta consentida en un ambiente de jolgorio y francachela y en la que al finalizar la juerga se puede dejar tirada a una mujer en un banco como si fuera el desperdicio de cualquier comida. Y si ya, de por sí, semejante comportamiento y manera de pensar, puede resultar moral y éticamente repugnante a cualquier ciudadano medianamente lúcido y cabal, resulta todavía más inadmisible e inaudito que dicha conducta y actuación sea avalada por uno de los señores magistrados de la Audiencia de Navarra.

El señor Magistrado Ricardo González que tiene, entre otras atribuciones, juzgar el comportamiento social de esos conciudadanos que han delinquido y cometido semejante tropelía, debería reflexionar, al menos, si en su voto particular, ha primado el valor supremo de querer hacer justicia. Ya que, la justicia es el conjunto de las normas que perpetúan un tipo humano en una civilización y, sin ella, no se sostiene la igualdad y la libertad de los ciudadanos, ni de los pueblos. Señalar y decidir la admiración o el desprecio, en un auto, es una forma de ejercer la justicia y siempre depende, en grado sumo, por la propia condición humana, de la mano que mece la balanza. Quizá, porque la ecuanimidad es esa noble e inestimable disposición y estado de ánimo en la que no hay viento que te despeine las neuronas. Y…, no siempre se consigue.

Nos lo dejó dicho, en los albores de nuestra era, el filósofo grecolatino Epicteto de Frigia: “Cuando hayas de sentenciar procura olvidar a los litigantes y acordarte sólo de la causa.”

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