SEGRE
RamoRamon Camatsn Camats

Ramon Camats

Creado:

Actualizado:

¿Usted, por qué ha suspendido a mi hijo?

- ¿Qué dice? ¿Yo lo he suspendido? Joan no trabaja, se distrae en clase, habla con los compañeros... Mire, aquí tiene los exámenes del trimestre.

-Se equivoca, el chico se pasa las tardes encerrado en su habitación.

-Si usted lo dice... ¿Está seguro de lo que hace en la habitación? ¿Quiere decir que no se entretiene con el ordenador, chatea con los amigos por WhatsApp (cosa que también hace a clase), escucha Spotify o mira películas?

Este es, lo pueden creer, el tipo de conversación que ahora ya frecuenta en los centros educativos entre los padres y los tutores o profesores de los adolescentes de ESO y Bachillerato. Más de una vez, a final de curso, cuando ya están las notas puestas de la última evaluación y después de un curso entero de bajo rendimiento académico, los padres de algunos alumnos se presentan al centro a pedir explicaciones. Más todavía, a exigir que a su hijo o hija se le apruebe esta o aquella materia porque, de lo contrario, no podrá hacer la selectividad en junio y, claro está, no podrá optar a hacer la carrera que desea. Más que padres, parecen abogados de sus hijos. Y al mismo tiempo fiscales acusadores, y también jueces de la tarea, rendimiento y criterios, de los maestros y profesores. No son acontecimientos aislados.

La sociedad mira de reojo a su escuela. Se ha roto, en definitiva, el pacto educativo entre padres y maestros, entre los primeros y más importantes educadores de las nuevas generaciones. No se trata, evidentemente, de aquello que decían antes, que si el maestro te atizaba un pescozón en la escuela, tu padre te daba tres más en casa. La educación no implica golpes de ningún tipo, pero sí disciplina y respeto, por todas partes. Y eso empieza en casa.

Es una locura que los maestros se tengan que enfrentar con chavales con uno grado cero de educación y que, encima, los padres les apoyen. “Mi hijo no tiene deberes porque hemos amenazado a los profesores”, dijo, por televisión, la humorista Eva Hache. Y creía hacer una broma, porque sonreía, cómplice, al entrevistador, como si hablara en nombre de todos los padres irresponsables. Y mientras tanto, del golpe de micro, caían siglos de tradición educativa al suelo. Un gesto displicente y se desbarataban Comènius, Rousseau, Lluís Vives, Freire y Montessori. Una risotada idiota y se hundía la escuela.

tracking