El superhéroe se presenta

Los hay de todo tipo y condición, la galería es, por extensa, ilimitada. Sus poderes, variados y variopintos, y forman ya legión convirtiéndose de un tiempo a esta parte en lo que podríamos definir como un género cinematográfico en sí mismo. Antes habitaban en los cómics, eran personajes de viñeta salvando al mundo en cada ejemplar y en el abanico de superhéroes y villanos se podían elegir los favoritos por parte de adolescentes o coleccionistas. Ahora, la Marvel en la pantalla grande conforma una fuente de imaginería inacabable y un multimillonario negocio. Por ello, ni extraña ni molesta, que se desempolven nuevos/viejos personajes y pasen de ser secundarios olvidados a protagonistas absolutos, como es el caso del Doctor Extraño, que de la mano de Scott Derrickson se presenta como un salvaguarda ante las fuerzas oscuras en un mundo donde se manipulan las leyes de la física, de la materia, del espacio-tiempo y que se siente cómodo en continuos bucles, tanto en ciudades que se fragmentan y distorsionan como en psicodélicos mundos que estallan en colorido. Stange es un presuntuoso neurocirujano que, tras un accidente automovilístico, ve arruinada su carrera y su herramienta básica, sus manos. En busca de solución, entrará en la mística tibetana, adquirirá poderes tan grandes como su ego, tendrá a su andrógina maestra (Tilda Swinton) y a un malvado a su nivel, ya que sea cual sea el personaje, el patrón en este tipo de cine siempre es el mismo. El resultado es mucho ritmo, efectos digitales para aburrir, un Benedict Cumberbatch que se lo pasa en grande como este mago cósmico y otro homenaje a Stan Lee, el creador, dueño y señor de todo esto.