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La imposible ruptura: Catalunya es España

diputado del pp por lleida

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Tal día como hoy 12 de Octubre, Fiesta de la Hispanidad, es un orgullo y una satisfacción seguro que compartida por la mayoría de catalanes y resto de españoles, proclamar que Catalunya es España. Lo seguiría siendo aunque el martes Puigdemont hubiera anunciado una ruptura imposible. No fue así, solo fue una suspensión temporal de algo que no llegó a producirse, lo que probablemente habrá tranquilizado a muchas personas de buena fe, que seguramente creyeron en una oferta de diálogo tramposa.

Dicen que cuando el sabio señala la luna, los tontos se fijan en el dedo. No nos desviemos pues de lo fundamental, porque Puigdemont y el Govern no han renunciado a la independencia. Solo la han suspendido temporalmente, condicionada a una negociación imposible y basada en los resultados de un Referéndum ilegal con resultados escuálidos y poco creíbles que el President asume como un mandato para crear un Estado independiente en forma de República, que se aplaza pero al que no se renuncia.

Es una trampa más. El Astut Mas declaró después de los últimos acontecimientos que proclamar la independencia no es lo mismo que aplicarla y que, para que Catalunya se convierta en un Estado independiente hacen falta aduanas, recaudación fiscal total y el control de la Justicia. Claro, la Justicia sobre todo. Y le faltó añadir los votos, porque una cosa es una mayoría parlamentaria y otra el respaldo electoral que ni en el 2012 ni en el 2015 ni después del simulacro del 1-O pasa del 48%.

Esta es una de las claves del aplazamiento independentista. El domingo 8-O, la moral del separatismo se vino abajo. No fueron la ultraderecha ni unos pocos miles de forasteros los que alzaron su voz según pregonaba mintiendo una vez más TV3. Fue más de un millón, una multitudinaria mayoría de catalanes que dejó de ser silenciosa y que desmiente rotundamente a los que siguen hablando de un solo pueblo. Porque Catalunya, como siempre, es plural y es de todos. De la mayoría silenciosa también y del resto de los españoles.

El escenario que buscaba el separatismo se vino bruscamente abajo. Porque lo que el Referéndum ilegal pretendía, como así ocurrió, era explotar las consecuencias de una reacción de las fuerzas policiales que se vieron abandonadas por la deslealtad de los dirigentes de los Mossos. El resultado del referéndum era lo de menos. A pesar del censo universal, de las urnas que llegaban embarazadas y de los votos repetidos… más o menos dos millones de votos, lo que supone el 36% del censo. Podrían haber dicho que votaron siete millones, pero qué mas da!! Ninguna cifra es creíble.

De lo que se trataba era de ocupar las calles con una campaña previamente orquestada, denunciar la supuesta represión masiva de la Guardia Civil y la Policía Nacional y obviar que lo que policías y guardias civiles hicieron el 1-O fue defender el Estado de Derecho y la Ley en cumplimiento de una orden judicial, a pesar de que se vieron desbordados por la falta de medios y la obstrucción de los Mossos. Por eso, el martes 3 de octubre, el Govern declaró una huelga sin obreros y agitó las calles inflamadas por un victimismo que era la gasolina que necesitaba un Prucés que estaba perdiendo fuelle.

Las exageraciones, sin embargo, no sirvieron, porque el pasado domingo la mayoría silenciosa recuperó la voz y las calles y tampoco ha impedido que muchos catalanes hayan anticipado la aplicación del Artículo 155. Bancos y empresas, ahorradores y jubilados, que saben con certeza que en Catalunya se gasta en pensiones 4.700 millones de euros más de lo que se ingresa por cotizaciones, han detectado ya las consecuencias de una ruptura tanto tiempo ocultas e incluso negadas. ¿O no era Junqueras el que aseguraba que ninguna empresa se iría de Catalunya?

Solo los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla. Todo lo que está ocurriendo ahora en Catalunya tiene inquietantes similitudes con los trágicos acontecimientos de 1934. Entonces y como ahora, la burguesía impulsó un debate identitario finalmente desbordado por la izquierda radical y los antisistema, lo que degeneró en anarquía y caos. Los procesos y los personajes son perfectamente intercambiables con los actuales. Por eso, la Unión Europea, que nació precisamente para evitar la repetición de las tragedias protagonizadas el siglo pasado por los nacionalismos exacerbados, no presta ningún apoyo a lo que es un Golpe de Estado perpetrado por una Parte del Estado que es la Generalitat y que subvierte el orden constitucional.

El diálogo ofrecido por Puigdemont no puede ser otro engaño a la democracia. El Rey invocó el respeto a la Constitución y el Presidente Rajoy ha reiterado que, dentro de la Ley, todo diálogo es posible. El President no puede seguir tendiendo trampas ni buscar mediaciones imposibles. Si de verdad piensa en todos los catalanes, Puigdemont tiene que volver a la democracia y restaurar la convivencia en una sociedad que con su Prucés ha quedado rota. Confiemos en el Rey, en Rajoy y en el buen criterio de una oposición que, ahora más que nunca, debe cerrar filas con el Gobierno para garantizar el Estado de Derecho.

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